miércoles, 5 de marzo de 2008

Un encuentro


Esas situaciones lo incomodaban. En ocasiones semejantes, habiendo hecho lo que sus padres le enseñaron -levantarse, ceder el asiento, agarrarse a la barra y esperar hasta la estación de Urgel-, su acción provocó la ira de dos ancianos y un cojo. Él suponía que veían en el acto un insulto, lo que no era en absoluto su intención.
Sin embargo, aquella vez se trataba de una hermosa embarazada de no más de veinticinco años, que frisaría el octavo mes y que al entrar al atestado vagón, sólo obtuvo la indiferencia de los viajeros.
- Siéntese –dijo él, asumiendo el riesgo de que le mandase a la mierda.
A la embarazada se le iluminaron los ojos y la sonrisa le brotó en los labios acentuando su belleza.
- Muchas gracias.
En ese instante frenó el tren y el cuerpo de la chica se abalanzó sobre su pecho, donde estuvo incrustado diez segundos.
- Disculpe.
Restó él importancia al suceso y observó cómo ocupaba su asiento. Notó un extraño orgullo y sintió alivio.
A las tres paradas descendió del vagón. Al salir se acercó al kiosco y pidió una revista.
Cuando fue a echar mano de la cartera se dio cuenta: alguien se la había robado. Sólo podía ser una persona.
- Cabrona –murmuró.
Y malhumorado, dejó la revista en su sitio y regresó a casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola caramelo, esto es grandioso!!!!, me encantó, como siempre que te leo me agarra la envidia feroz, pero muy buena, COMO QUISIERA EXPRESARME ASÍ, pero...para decirte que te quiero no hace falta escribir bien, empecé teatro y si antes te extrañaba ahora mucho más, te quiero y quiero la trapecista argentina