sábado, 15 de diciembre de 2007

Simplemente ella

Nunca podré agradecerle lo suficiente a Josito Montez el que una noche de copas y risas (una entre tantas), nos revelase a un grupo de elegidos la existencia de un personaje que cambiaría para siempre nuestras vidas, nuestra concepción del mundo. Una mujer que ocultaba bajo el vestido rojo, los labios ampulosos, el aún más ampuloso lenguaje, el cabello rubio de bote, los ojos enormes y desquiciados y la verborrea trash, una de las mentes privilegiadas de nuestro tiempo. Ella no era otra que la siempre diferente, la siempre novedosa, la siempre locaza Manuela Trasobares.
Manuela Trasobares, Lola para su pelotón incondicional de adictos, Loli para su hermano, travelo malo para sus escasos pero evidentes detractores, nos abrió de improviso la puerta de un universo nuevo: el de la locura televisiva llevada a su extremo más acuciado, el de la paraodia y el surrealismo casposo que rebasan sus conceptos para convertirse en arte, en humor definitivo.


A Loli Trasobares le atribuyo los diez mejores minutos televisivos que he pasado en mi vida. En un plató digno del primer Almodóvar y rodeada de fascinantes personajes, expone un alegato definitivo en defensa de la transexualidad, adornado con referencias artísticas y barrocas. Su estado de ánimo comienza a agitarse hasta finalizar en estallido delirante, en sublime muestra de la fuerza que otorga la palabra y la oratoria. Es, sin exagerar un pelo, definitvo.

Muchos pensarán que la Trasobares es una freak. Son idiotas. La Trasobares es mucho más que eso: es una mujer tan inteligente que es consciente de la parodia que representa, de la locura que arrastra. Es tan inteligente que las fuerza y se ríe de ellas quedándose de paso con todo el personal. Es un genio, maldita sea.


Desde que vi por primera vez el vídeo, comprendí que ya nada sería igual y decidí dedicarme a evangelizar a los paganos en el culto de la Trasobares. Sirva este posto como un nuevo tributo en mi interés por dar a conocer a la gran diva de los 90. ¡Viva la Loli! (Lamet dixit)
Ahí queda eso

jueves, 6 de diciembre de 2007

Curso de Guiones Adaptados (Jardín de las letras)

Voy a dar un taller sobre guión en el Jardín de Lola de Castro. Si alguien está interesado o conoce a alguien que pudiera estarlo, puede ponerse en contacto conmigo en el mail faurito@msn.com
El objetivo de este curso o taller es introducir al alumno/a en la dinámica de la adaptación cinematográfica de obras literarias. Para ello se abordarán ejemplos concretos de películas ya existentes, así como la técnica de síntesis y creación que requiere este ejercicio. Del mismo modo, comentaremos obras literarias que hayan suscitado diversas adaptaciones.
A medida que se avance en la profundización sobre el campo de los relatos, se elaborarán ejercicios prácticos que culminarán en la elección de una obra, su análisis y el posterior desarrollo de un guión final, ya sea en forma de cortometraje o largo.


PROGRAMA

- Repaso cinematográfico de las adaptaciones literarias más emblemáticas.
- La novela, el relato y la obra teatral como fuentes de las adaptaciones cinematográficas.
- La elección de la obra. ¿Cuando un relato es cinematográfico?
- La adaptación libre ¿Traición u obligación?
- La técnica de la adaptación: síntesis y creación
- Trabajo final: elaboración de un cortometraje o largometraje adaptado (en función del tiempo).
Lugar: Jardín de Lola Castro (Antón Martín)
Precio: 90 mensuales
Duración: 3 meses
Inicio: Febrero 2008

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Días difíciles


Estamos inmersos en una mala racha en las últimas semanas.

Se nos fue Fernando Fernán-Gómez, ese genio de la escena, la pluma y el ingenio. Con él, perdimos de verdad, de verdad, al último exponente literario de la generación del 98. Esto lo discutiría mucha gente, pero a mí siempre me pareció que el señor Fernán-Gómez era una especie de Azorín barojiano o Baroja Azoriniano con buen corazón, altura ética y talento para la escena.

Por desgracia, en los obituarios y homenajes, primará la faceta escénica y cinematográfica del hombre. No obstante, por lo que sé de él (cosas que he leído y que me han dicho amigos comunes) sus vertientes más relevantes eran la de persona y escritor por este orden. Hace muchos años cayó en mis manos El mal amor, que si no recuerdo mal, fue finalista del Premio Planeta en el año 1987. Pues bien, aquella novela me impactó por lo exquisito de su forma, lo inteligente de su construcción y lo cojonudamente escrita que estaba.
Fernando Fernán-Gómez era un sabio. Descanse en paz, o en cachondeo, según le pille.


También durante estos días, hemos vivido un recrudecimiento de las tensiones en España por cuestiones de terrorismo. Qué cansancio0 y qué hartura.

Es muy difícil que en este país alguien sea serio con las cosas de ETA. Falta perspectiva, sobra fanatismo y existen demasiados lugares comunes. Si la alta política no estuviera en manos de imbéciles, gansteres, leguleyos, empresarios y rapiña capitalista otro gallo (rojo) cantaría. ETA le viene tan bien al PP y al PSOE como a los bancos, a las televisiones y a las marujas de Telemadrid. Les viene tan bien como a la propia ETA. No hay voluntad de acabar con ella, porque tendrían que ponerse a hablar de las cosas serias: la vivienda, el sistema, las desigualdades económicas, la subida de los alimentos, la corrupción, el saqueo inmobiliario, el hambre, la miseria, etc.

Y mientras tanto, nadie sabe muy bien por qué, sigue muriendo gente mientras los políticos, lejos de intentar solventar el problema, mueven peones, se atrincheran, diseñan estrategias, hablan sin decir nada y salen en la foto con el único objetivo de detentar el poder.
Y luego está el fürhercito ese de la AVT, el señor Alcaraz, que lo mejor que podría hacer es añadirle una "t" a su nombre e instalarse allí lejos de todos nostros. A mí me hace mucha gracia que haya gente, que por el mero hecho de ser víctima del terrorismo, se crea con potestad de intervenir en política y pretenda decidirla como si alguien le hubiese cedido esa potestad. Que se dedique a lo suyo, que pida mejoras para su colectivo, pero que no se meta donde no le llaman. Pobre España. Qué cantidad de cafres.
Mucha gente dirá que los únicos responsables de estas muertes son los asesinos que empuñan las pistolas. Es cierto. Pero eso no quiere decir que nadie de los de arriba, y cuando digo nadie es nadie, esté dispuesto a acabar con el asunto. No van a quedarse sin la gallina de los huevos de votos, perdón, de oro.
La verdad es que resulta feo juntar a Fernando Fernán-Gómez y la clase política dirigente en un mismo post. Son la cara y la cruz de un país, la cara y la cruz de España. Quizá esas sean las dos españas de las que hablaba Machado: la lista y la tonta, la republicana y la monárquica, la roja y la azul, la ácrata y la institucional, la izquierdista y la reaccionaria (inclúyase al PSOE que se lo está ganando), la de Fernado y la de Losantos.

Qué hartura. Y siempre se van los mejores...

sábado, 17 de noviembre de 2007

La voz de los locos

Hablemos de literatura.

La poesía, decía Celaya, es un arma cargada de futuro. El verso es hermoso y quizá, en el momento concreto en que lo escribió, podría ser cierto.
Ese tiempo pasó en cualquier caso. Ahora la poesía es el arte más a la baja de todos. No hay lectores ni poetas destacables, salvo algunas honrosas excepciones.
Entre ellas se alza la figura inclasificable de Leopoldo María Panero, aquel alcohólico, ex-convicto y esquizofrénico que denunciaba los complejos de Edipo y Electra en El Desencanto, que rompía con su discurso amorfo y descastado la dulce versión de la familia franquista.
Leopoldo ha escrito algunos de los versos más trágicos, más desloadores, más iconoclastas que leí jamás. La moral desparaece en su poesía, lo intelectual muere al semen, los conceptos se desangran ante la catarata de locura cuerda, las convenciones sociales gimen, violadas por la sinceridad de la pòesía. Es único e incomprendido.

Vi a Leopoldo hace un par de años en una caseta de la Feria del libro de Madrid. Antonio Huerga me invitó a tomar una cerveza con ellos y claro, no puede negarme. Para mí era como sentarme con Rilke y hablar de poesía. La cosa salió mal.

Panero estaba destruido, le habían destruido. Pasó todo el tiempo con la mirada perdida, sin hablar e intentando meterle mano a la camarera. Ni siquiera pudo rubricar el ejemplar de su último poemario que yo había comprado en la caseta.
En sus ojos había algo remoto, un vestigio de tristeza. Pensé, cuando me despedí de ellos y eché a andar por las calles de Madrid, que les debe pasar a todos los genios, a los auténticos artistas. Es como en esa novelita de Balzac, La obra maestra desconocida. Nadie los comprende, les toman por locos y terminan así, sin remedio. Es algo inherente a la creación, puesto que nunca se alcanza el arte puro, porque el arte puro es la vida, el semen, la sangre, todo aquello que Panero siempre ha tratado de expresar y ha rozado con la punta de los dedos como pocos.


El declive físico de Panero es evidente. El declive mental no tanto. Porque los locos por lo general, suelen ser más certeros y más lúcidos que el resto. Porque la voz de los locos es la voz desposeida de ese filtro que no hace sino negar nuestra naturaleza, la invariable sed, la pulsión perpetua. Ese maldito filtro que para ser un artista, para ser un poeta, para ser un escritor es necesario rasgar, ese maldito filtro que llamamos cultura, moral, convicción, religión o ideología. Dejo unos versos suyos, que hablan por sí solos. Unos versos que me persiguieron desde que una tarde me inundaron y agarraron y que nunca me han soltado.

No es tu sexo lo que en tu sexo busco

sino ensuciar tu alma: desflorar

con todo el barro de la vida

lo que aún no ha vivido.

lunes, 12 de noviembre de 2007

La Gracia de Dios

No me gusta la demagogia. No me gustan, y por ello trato de no caer en sus redes, los argumentos y los personajes demagogos. Padezco una profunda aversión al populismo y a lo popular.

Por todo ello, y a pesar de que en el ámbito de la izquierda política Hugo Chávez sea un personaje que ha logrado cimentar cierto prestigio, jamás he compartido esperanzas en su forma de proceder, su cantinela paranoica y sus constantes payasadas de militar megalómano. Me interesan algunos de los aspectos del llamado "Socialismo del Siglo XXI", pero su vocero, el señor Chávez es, a mi juicio, el mayor escollo para que dicha idea se desarrolle y convierta en una realidad.
Ahora bien, este señor ha sido votado por un pueblo (y con gran porcentaje, dicho sea de paso) y representa los intereses del mismo. Este señor está a la misma altura que cualquier otro Jefe de Estado y no tiene por qué aceptar que un reyezuelo le diga que se calle.
Juan Carlos de Borbón, el principito que fue designado por Franco para sucederle, es también un Jefe de Estado. Eso sí, con la diferencia de que aquí no le ha votado nadie. A Jaime Peñafiel y el resto de "intelectuales" monárquicos les podrá parecer un Rey cojonudo, que lleva muy bien el protocolo, que hace unas exquisitas labores de embajador español en el resto del mundo y que además, la tiene muy larga. Allá ellos.



El problema es que a mí lo que diga Peñafiel me la suda. El problema es que el Borbón no tiene legimitad para representar a nadie, porque nadie ha delegado en él esa potestad. El problema es que me dan naúseas cuando le veo increpando a Chávez, llorando en el funeral de un criminal como Hassan II o haciendo de carabina en el balcón del Palacio de Oriente al lado de su mentor mientras éste justifica ante una muchedumbre de fascistas el fusilamiento de cinco seres humanos. Ni yo ni cualquier otro ciudadano le hemos dado permiso para representarnos de este modo.
En este país, que me gusta, pero que es de pandereta, no se puede hablar del Rey. En este país valen más las portadas del Hola que la historia. En este país no se cuestiona nada porque todo está bien como está. Pues lo lamento, pero yo no lo escondo. El señor Juan Carlos de Borbón me parece un personaje prescindible, que lleva viviendo toda la vida de los réditos acumulados por no apoyar una intentona golpista de cuatro militares y guardia civiles locos. Ya está bien, oiga. Nadie discute que actuó bien, pero es que tampoco había otra forma de hacerlo. No se puede estar por encima del bien y del mal sólo porque un día te guiaste por el sentido común.
Ya está bien, digo, porque la corona, para quien no lo sepa, es una institución feudal, que otorga el mandato de una nación a un señor por cuestiones sanguíneas y por la Gracia de Dios. Y es que Dios es lo que se cree este hombre, que manda callar a Chávez y se ausenta cuando otro Jefe de Estado, Daniel Ortega, denuncia algo tan evidente como que las empresas españolas llevan décadas explotando y saqueando los recursos de las naciones latinoamericanas.

Estoy y espero que se me perdone el lenguaje, hasta los cojones de la familia real, con sus asignaciones, sus portadas de revista, sus cierres de periódicos, sus adictos a la cocaína, sus paralíticos, sus amantes cabareteras, sus nietos, sus leonores, sus premios, sus llantos en funerales, etcétera. Estoy hasta los mismos de la campechanía, la popularidad y el valor que supuestamente han demostrado. Porque no son ciertos, porque si el Rey sale en moto para irse a una casa de putas está en su derecho, pero no significa nada más allá de que es un putero y que le gustan las motos.

Ya está bien, hombre. Que los españoles no somos idiotas por mucho que los periodistas que salen en la televisión parezcan sacados del zoológico. No estoy abogando por la República, porque me parece que estaría de más, estoy abogando porque esta gente se pire de una vez, se meta en los palacios que construyeron con el expolio colonial y no nos ponga más en ridículo.

Por cierto, que todo esto, venía porque Chávez se metió con Aznar. Dios los cría y ellos se juntan, por su gracia, por la Gracia de Dios, que a mí particularmente, no me hace ni puta gracia.
Dejo un link gracioso, para el que quiera disfrutar

viernes, 2 de noviembre de 2007

Halloween

No me suelen gustar las fiestas norteamericanas, eventos como el Día de Acción de Gracias, el 4 de julio u otras manifestaciones festivas de un país sin historia. Sin embargo, Halloween es siempre una excusa perfecta para desempolvar la capa y disfrazarme de uno de los personajes cinematográficos que más me han fascinado desde que era un crío: Drácula.
Sin duda alguna, el personaje encarna su más alta expresión cinematográfica en la versión de la Hammer Film, protagonizada por el seductor y animal Christopher Lee, uno de los mejores actores del género de terror de todos los tiempos.

Recuerdo cuando vi por primera vez Drácula, príncipe de las tinieblas. Tenía seis años y desde entonces, siempre he querido ser el Príncipe Vlad, ese ser alto y delgado que, con su sola mirada, helaba la sangre de las imponentes chicas Playboy de la Hammer.
Luego leí la novela y vi todas las películas que me fueron cayendo en las manos sobre este personaje. Nunca tuve dudas. Christopher Lee era el mejor. No me disgustaban Lugosi, Langella y por qué no, Gary Oldaman. Pero la comunión entre la vertiente animal, sexual y romántica del personaje, brillaba en los ojos de Lee tras morder el cuello, levantar la vista y paladear la sangre con un leve movimiento del maxiliar inferior mientras los ojos se le teñían de rojo.

Aquellos que me conocen saben que soy el defensor más brutal del Drácula de Lee. Ni siquiera en las últimas y delirantes películas (Drácula 73, Los ritos satánicos de Drácula o el Drácula De Jesús Franco) pierde un ápice de la esencia del mito. Un buen amigo me contó que en realidad, el actor británico era un burgués conservador y soso. Debe ser cierto aquello de que si admiras a alguien, lo mejor será que no lo conozcas. De todas formas me da igual. Porque el personaje y su alter ego cinematográfico me han dado algunos de los mejores momentos que he pasado frente a una pantalla.
De vez en cuando, si encuentro una excusa relativamente válida, dejo a Álvaro en casa y me disfrazo de Drácula. Y es que al fin y al cabo, el escritor (permítaseme que me lo considere) es de la misma sustancia que el vampiro; un ser de la noche que aprovecha la sangre de sus víctimas para nutrir su forma de vida, un conde solitario que sale en busca del cuello hermoso de una joven (o de un joven, según los gustos).

martes, 30 de octubre de 2007

Diez razones para escribir

Aquellos que queremos dedicar nuestra vida al oficio de escritor (entre otras muchas cosas) solemos plantearnos muy a menudo una cuestión fundamental: ¿Por qué carajo escribimos? ¿Cuales son los verdaderos motivos que nos impulsan a encender el ordenador y teclear durante horas?
Nunca las he escrito, al menos que yo recuerde. Daré diez razones escogidas al azar, sin excesiva solemnidad y sin pensarlo mucho.
  1. Escribo porque me gusta.
  2. Escribo porque siempre he buscado un lector o mejor dicho, una lectora, que me acompañe en otras lecturas, en otras aventuras.
  3. Escribo porque tengo Ego y muy desarrollado. Me gusta que me den palmaditas en el hombro, qué le vamos a hacer.
  4. Escribo porque es mejor que beber (excepto cuando beber es mejor que escribir).
  5. Escribo porque me interesa la vida, porque tengo mala memoria y porque conozco a tantos personajes y me pasan tantas cosas raras, que si no las escribiera, nunca me lo perdonaría (supongo que esto nos pasa a todos).
  6. Escribo porque me divierte escribir, porque me fascina crear mundos y vidas.
  7. Escribo porque es lo único que, mejor o peor, sé hacer para ganarme la vida dignamente.
  8. Escribo porque al hacerlo me despojo de vestidos morales, intelectuales y sociales y puedo abrir la mente y entender ciertas cosas, que nunca entendería si no las escribiese.
  9. Escribo porque de mayor quiero ser trapecista y no puta.
  10. Escribo porque me gustan los libros, porque desde que era un embrión propenso a la nicotina y los güisquis, he soñado con ir en el metro y ver a una señora fina y de derechas leyendo un libro mío y llorando de emoción.

En fin, todo son pajas mentales.

sábado, 27 de octubre de 2007

Introito interruptus

Lo primero, supongo, es explicar el por qué del título del Blog.

La razón hay que buscarla en un poema que escribí hace ya muchos años que llevaba ese título. El caso es que para mí, la puta y el trapecista representan el amor puro y el no amor, el amor impuro.


Antes, influido por algunos cantautores de dudoso perfil ideológico, pensaba que la prostitución era un oficio mítico y en cierto sentido, hermoso. Ma bastó trabajar en un reportaje periodístico sobre el tema para comprobar mi craso error. No hay nada más triste, más humillante, más horrible y más inhumano que pasar frío en la Casa de Campo esperando que un tipo sudado y feo se pare junto a ti, baje la ventanilla y regatee contigo para conseguir una mamada a buen precio.

Por otro lado, los trapecistas simbolizan la otra cara de las relaciones humanas. Pensadlo: un hombre y una mujer penden del trapecio a veinte metros de altura. Debajo está el suelo. Ella se suelta y él alarga el brazo derecho. Si el tipo no la coge, ella se cae y se mata. Pero confía y sus manos se unen.

Eso es el amor, saltar al vacío esperando que el otro trapecista alargue la mano y no te suelte. Eso es el amor puro, claro está.

Todos somos un poco trapecistas y un poco putas (esto último, sobre todo, los guionistas). Me gustan más los primeros, aunque en mi caso, por si las moscas, saltaría con red. Es decir... con condón.