martes, 15 de noviembre de 2011

Votaremos a Izquierda Unida, digo yo

Se acerca el 20 de noviembre, fecha mítica en que murieron dos tiranos, uno de ellos demasiado tarde. Francisco Franco, tal vez el hombre más gris, sanguinario, estúpido, ridículo y repugnante de nuestra historia como nación, dejó de respirar entre sudores de sangre en la cama de un hospital para regocijo, como decía la canción, de aquellos hombres y mujeres que desde el infierno (un infierno metafórico que no es infierno sinoparaíso de los justos) esperaban la victoria que la historia les robó.
Treinta y seis años después de tan esperada noticia se celebrarán comicios electorales para designar al partido político que habrá de conducir nuestra nave en estos tiempos tan duros. Todo parece indicar que, para desgracia de nuestro futuro, el ganador de las elecciones será el Partido Popular, que como todo el mundo sabe, es más populista que popular y más lobby que partido. Estamos aviados, aunque en honor a la verdad, entre la gestión reciente del PSOE y la que habrá de venir no existirán demasiadas diferencias.


En una sociedad como la española, tan propensa al bipartidismo estéril y a cierta comodidad intelectual, parece que la ciudadanía está condenada de por vida a elegir entre lo mismo y lo mismo. Sin embargo, un sector de la población (confío en que creciente) tiende a romper las cadenas del bipartidismo y tomar partido por otras fuerzas que representan mejor que el PP y el PSOE lo que ellos piensan y defienden.
Yo siempre he sido de esos. Me la traen floja las opciones de ganar. De hecho la victoria me parece vulgar, muy lejos de la estética y naturaleza del perdedor, que es hermosa (sí, me crié con el referente de Bogart, que casi siempre perdía). Y como soy de izquierdas, pues votaré a IU.
Creo que no seré el único y que mi organización crecerá. El PSOE es un partido que nadie se cree ya, paradigma de la traición a la izquierda y sus ideales, que rescata del cementerio de elefantes a su mamut más histriónico. Nadie puede asumir las propuestas de Rubalcaba con seriedad. Después de la pinza PP-PSOE que ha gobernado los cuatro años, el que haga un discurso teóricamente de izquierda resulta, a falta de un adjetivo mejor, esperpéntico.
UPyD por su parte, se acerca más a una organización de carácter mussoliniano que otra cosa y EQUO (verdes europeos, liberales de derechas con pecas verdes) es el enésimo intento del poder establecido para restar votos a IU cuando parece que está en fase creciente. La izquierda no tiene mucho donde elegir. IU es ahora más que nunca la opción útil.



Pero a la incomparecencia de los contrarios, se suma en este caso que votar a Izquierda Unida es un acto que puede efectuarse por primera vez en mucho tiempo sin la necesidad de taparse la nariz (con la excepción de Cataluña). La oscura etapa de Gaspar Llamazares como coordinador ya pasó. El giro a la izquierda y la ruptura con el seguidismo efectuado a Zapatero es historia. Nos hemos centrado en el discurso hacia la clase trabajadora y nos hemos alejado de la insoportable posmodernidad del gafapastismo de ICV. Cayo Lara, con sus carencias y virtudes, es un trabajador que defiende a los trabajadores y trabajadoras y piensa en lo que ese colectivo piensa. La pioridad es generar empleo y garantizar unas condiciones dignas en el mismo, reforzar lo público, eliminar el poder de la banca hasta nacionalizarla, garantizar las pensiones, etc. Y esas son hoy las prioridades de Izquierda Unida. Habrá que votarla, digo yo.

jueves, 18 de agosto de 2011

El balido de los meapilas

En Madrid hace mucho calor estos días y deambular por las calles antes de las siete de la tarde es una aventura o un desafío para el que me quedan escasas fuerzas. 
Sin embargo, el mes de agosto es tradicionalmente el mes que más me gusta en esta ciudad. El bullicio habitual y la locura de viandantes es sustituida por una plácida tranquilidad que invita al paseo nocturno. Al menos así era hasta que al jefe de estado del Vaticano se le ocurrió la brillante idea de venir a mancillar con su sotana de meapilas y su séquito de jóvenes libres de pecado esta bendita ciudad, laica y republicana.
Ahora salir y encontrarse con las juventudes hitlerianas del papado ensuciando con sus crucifijos y su doble moral las esquinas de mi barrio, es una perspectiva tan aburrida como hiriente. Me sorprende aún así (soy un ingenuo, qué le vamos a hacer) la cantidad descomunal de chavales que han vendido su cerebro a los intereses del clero. Les compadezco, aunque sólo un poco.


Como estoy molesto con tanto cura y tanta monja y tanto odio y tanta cara de virgen y tanto cántico posfascista, me he dedicado los últimos dos días a hacer un poco de activista antimeapilas. El martes salí con algunos compañeros de Izquierda Unida a pegar carteles de la campaña que puso en marcha el área federal de juventud, llamada Madridsinpapa. Repartimos octavillas, pegatinas y ¡anatema! preservativos. También me sorprendió (ingenuo, ya lo he dicho) que las hordas vaticanas se lanzaran con voracidad sobre los profilácticos del pecado, no sé si por qué eran gratis o porque hayan venido con la idea de practicar otras cosas además de la fe inquebrantable al Sumo defensor de pederastas. 
El caso es que de una caja con más de cincuenta condones, ya sólo queda el recuerdo y tal vez algún orgasmo cargado de culpa y condenado a la expiación tras doce avemarías y nueve padrenuestros.
Ayer acudí a la manifestación convocada por Europa Laica y disfruté en compañía de decenas de miles de impíos de la rebelión ciudadana y la protesta. Todo iba de maravilla, hasta que los meapilas vinieron a provocar a la Puerta del Sol.


Hoy la prensa, como es habitual, miente más que habla. Dicen que los manifestantes increpamos a los jóvenes del papa (sí, en minúscula), dicen que les intimidamos o que entramos en la provocación. Es falso, claro, pero eso en esta sociedad de la desinformación parece importar poco. La manifestación fue ejemplar, divertida, espontánea. Y eso a pesar del hartazgo porque se sufrague de nuestros bolsillos la juerga que estos impresentables se están corriendo en Madrid. 
Éramos miles de voces exigiendo respeto a aquellos que hemos decidido no creer, no comulgar con ruedas de molino, no simpatizar con una empresa que se lucra a costa de la fe y del diezmo de los pobres, de un holding que roza las costas del genocidio cuando estigmatiza el uso del condón en África y que tiene ejecutivos (como el Arzobispo de Granada) que justifican el abuso sexual si la mujer aborta. Son gentuza, siervos de un Dios verde billete, lameculos de la desvergüenza, de la estulticia, del odio a lo diferente, homófobos, ignorantes, payasos de un circo que huele a incienso, mirra y mucho oro.
Los conozco bien, he estudiado con ellos, los he sufrido. Sé de su propensión al chantaje, de su infinita capacidad para hacernos sentir culpables, de su maldad profunda amparada en la piedad y el perdón. 


Pero a todo esto hay que añadirle, además, el peloteo que les hace el poder establecido, ese partido que nos desgobierna y que día a día es más represor, más de derechas, más repugnante. El PSOE, lejos de proteger a los desvalidos que ejercen su derecho a la libertad de expresión, mandó cargar a las fuerzas del orden contra nosotros. Violencia injustificada y fuera de lugar para defender al papado. Ya está bien, oiga. Ya está bien.
Se trata de un escándalo sin precedentes y el vaso empieza a estar colmado. No hacen falta más gotas. No queremos más PSOE ni más curas ni más golfos ni más niñatos meapilas en una fila india impecablemente mussoliniana. Los madrileños pedimos que los actos de las sectas los sufraguen ellas y que se les faciliten lugares acordes a su nivel espiritual y humano, como por ejemplo las alcantarillas. Son agresivos, son estúpidos y son peligrosos.
Sí quisiera dejar claro, no obstante, que a mí me parece muy bien que la gente crea, que la gente que pueda, piense que hay un dios y que ese dios es el de Cristo, el de Mahoma o el de Maradona. Me la trae floja, pero que no se metan en mi vida, que no toquen mi dinero, que funcionen de forma autogestionado con lo que le saquen a sus ovejas. Porque empieza a ser ofensivo este motín de desclasados, este balido permanente de cafres, esta cantidad de sociópatas que, con rezar, abortar en Londres y tocar niños pretenden acceder a un cielo negado a toda gente que tiene la mala costumbre de pensar. ¡Que se vayan al Vaticano! ¡O a la mierda! Me es igual.

martes, 22 de febrero de 2011

Carretera y manta

Malí es un país donde confluyen nueve etnias. No son pocas, aunque puede que tampoco sean muchas. La característica que diferencia este país de otros con la misma ebullición de costumbres, credos y culturas es que aquí, salvo escasas excepciones históricas, los diferentes pueblos se llevan razonablemente bien. El mundo debiera tomar nota.

África entera está llena de etnias que conviven de forma irregular, a veces pacíficamente, otras veces bajo el crepitar insistente de las ametralladoras. El hombre occidental dejó una herencia que cada cual valorará: miseria, explotación, hambre, enfermedad y una división del continente trazada con escuadra y cartabón que no es una división sino una salvajada. La sangre que mana como fruto de la misma nos llega en forma de anuncios o películas en blanco y negro para ablandarnos la conciencia. Nos piden dinerito, damos dos perras gordas y volvemos a la cama con la sensación de que somos buenos ciudadanos. Así somos, y yo el primero, en el lado rico del mundo. Miramos para otro lado cuando vemos el devastador legado que hemos repartido o atendemos a la televisión para derramar una lágrima por los niños de las tripas hinchadas y las moscas ronroneantes. Luego a dormir o a ver a Belén Esteban, que estamos muy cansados.

Generalmente nos importa un comino la cultura de los pueblos o su origen, nos da lo mismo si les estamos robando los recursos o esquilmando su futuro. Belén habla de Jesulín y eso es más interesante o menos molesto, tanto da.



Les recomiendo que vengan a Malí (que es una excepción en cuanto a estabilidad política y a convivencia intercultural, ya digo) y hagan inmersión en su universo. No es bueno venir con la idea preconcebida de que tienen mucho que enseñar. Más ajustado a la realidad sería venir con ánimos de aprender. Aquí lo que das y lo que recibes está tan desequilibrado que da vértigo. Sirvan como ejemplo dos lugares que hemos visitado no hace mucho.

El otro día Jan (el profe de Foro de Creadores 2.0 que me relevará en esta aventura) y yo fuimos a Casa Teresa, un hotel restaurante regentado por la susodicha Teresa (mujer para la historia y con historia) y le pedimos que nos llevara a los Makis, los bares ocultos en que los malienses toman cerveza bajo el cobijo de una oscuridad no delatora de su infidelidad mahometana. Alucinamos. Después de internarnos por una abertura de la carretera que no parecía conducir a ningún sitio (o puede que al infierno) desembocamos en un patio transido de motos desvencijadas, construcciones a medio terminar de uralita o madera y olores entremezclados que se definían y se olvidaban a sí mismos entre el orín, la comida humeante, los vapores de las charcas y el dióxido de carbono. Ni que decir tiene que allí no había más tubabus (así nos llaman a los blancos) que nosotros ni más mujeres que Teresa (el Malí femenino generalmente vive recluido en las casas o vendiendo verduras en los puestos ambulantes). No importó; nos sentamos en tres sillas de hierro carcomidas por el óxido, pedimos cerveza, un plato de cerdo asado por valor de 1000 francos cefa y pasamos allí tres horas observando bajo la luz azulada de la luna (luz artificial no hay, ya digo) el Malí que no sale en las guías ni en las oficinas de información turística, la cara B del país que como todas las caras B siempre es más interesante o más auténtica que la otra cara. Fue como un ritual de iniciación, una ceremonia pagana cuya liturgia era la transgresión de los mandamientos religiosos y el respeto mutuo en el anonimato de la penumbra.

Todo el mundo, por muy jodido que esté, desea de vez en cuando tomar unas cervezas y renunciar a la tristeza, aunque sea por diez minutos. Los malienses también, sólo faltaría. Es como ver a Belén Esteban pero sin ver a Belén Esteban, lo cual siempre da buen resultado. Aquí está Malí… parte de él al menos, pensé. La parte urbana y masculina de una sociedad en la que la mujer araña a cada minuto un espacio civil donde desarrollarse, que esa es otra.



¿Y la parte del campo? Pues distinta. Ya había estado en Siby, una pequeña población cercana a Bamako que me impactó por su gente y sus costumbres. Nunca podré olvidar el instante en que mientras visitaba una aldea próxima a la clásica catarata tropical que hay en todos los lugares secos, se me acercó el jefe de la tribu y henchido de orgullo me enseñó sus sacos de trigo (un tesoro para él) antes de invitarme a comer con su familia. Mi gratitud de nuevo para ellos, aunque dudo mucho que lean jamás estas líneas… Pero la de Siby es una historia que contaré otro día.

Este fin de semana visitamos Sikasso. Había oído hablar del Padre Emilio Escudero, un misionero de los padres blancos canadienses que ha pasado cincuenta y un años investigando la cultura senufó, etnia que habita el sur de Malí, parte de Burkina Fasso y Costa de Marfil. Jan y yo pensamos que sería una buena idea visitar su centro, así que el sábado por la mañana madrugamos, nos plantamos en la estación de autobús y compramos dos billetes para Sikasso en la sotrama que salía a las siete de la mañana. Si quieres conocer un lugar ve a su mercado y a su estación de autobuses de bajo coste. No la describiré porque daría para una tetralogía novelesca. Que cada cual se la imagine como pueda.



Tras nueve horas de viaje (para hacer 230 kilómetros, el viaje en sí mismo fue otra aventura imposible de glosar en estas líneas) pisamos la ciudad, tomamos un taxi y aparecimos en el Centro Cultural para el estudio de la cultura Senufó. Emilio no estaba y no regresaría hasta el domingo, pero nos recibieron Zacarías y Gonzalo. El primero es la mano derecha del padre, un senufó que lo mismo traduce que lleva las cuentas que te hace el desayuno, y el segundo un español que por su cuenta y riesgo decidió ir tres meses al centro para hacer inventario fotográfico de los objetos y fetiches que se han ido apilando a través de los decenios en el museo y su almacén. 

Nos instalamos en unas habitaciones baratas, limpias y cómodas y visitamos el centro. Lo que hay allí no tiene precio. Máscaras, figuras de terracota, proverbios y cuentos orales transcritos en senufó y traducidos al francés, cintas de vídeo de costumbres populares y ritos religiosos, grabaciones magnetofónicas de entrevistas y cánticos, fetiches para el cultivo… y un largo etcétera que da buena cuenta de una cultura desconocida hasta ese instante para mí. Los senufó son un pueblo agricultor y ganadero que vive en pequeñas poblaciones, por lo general unifamiliares, y que se caracteriza por su talante pacífico y abierto. Esto lo supimos, muy por encima, de boca de Zacarías y Gonzalo. Después salimos a cenar y dar una vuelta por Sikasso, ciudad limpia y muy tranquila.



Al día siguiente llegó Emilio. Conocerlo ha sido un privilegio que es de agradecer. Es difícil encontrar a alguien con más apertura mental, con tan pocos prejuicios, tan entregado a una causa y a una idea: preservar el pasado para entender el presente y mejorar el futuro. Un sacerdote de los que quedan pocos o nunca hubo demasiados. Fue un encuentro breve pero intenso, que culminó en una charla sobre el futuro de esa obra de recopilación histórica bajo la noche tibia de Sikasso, los tres sentados en patio del jardín del centro junto a Tigri, el perro que custodia aquellos dominios. Hay que ir a Sikasso, conocer a Emilio y visitar las instalaciones del Centro para entender bien la labor que está desarrollando ahí.

Como agria reflexión apuntaré que me preocupó la idea de que todo ese trabajo, fruto de una vida de dedicación a tiempo completo, pueda perderse algún día. Compromiso de todos es poner nuestro grano de arena para que eso no ocurra. Por mi parte haré lo que pueda… y quién sabe, quizás estas líneas sirvan para que alguien ponga su ojo en esta labor y desee contribuir a su continuidad. Ojalá fuera así, todo es posible…

miércoles, 2 de febrero de 2011

La sonrisa sin zapatillas

Era un día frío en Madrid, de esos que parece que no depararán nada demasiado interesante, excepto un resfriado. De pronto el teléfono sonó… era Guillermo, el Jefe de Estudios de Foro de Creadores 2.0. Pensé que sería una llamada destinada a resolver alguna cuestión de la escuela o tal vez para diseñar un programa, puede que sólo para charlar sobre una clase o un alumno que necesitara algo. Pero me equivoqué. Me equivoqué de pleno.

Resultaba que la Fundación Voces se había puesto en contacto con la Escuela para ofrecernos un hermoso proyecto: impartir un curso en Malí de Producción Audiovisual con el objetivo de formar a nuevas generaciones y tratar de aportar así nuestro granito de arena al desarrollo del país. La idea era dar un Taller de seis meses a los alumnos de segundo, tercero y cuarto curso, para lo que deberíamos enviar a profesores de la Escuela a Malí. También se convino realizar un taller de videoclip con los alumnos de quinto año que ocuparía la primera semana de nuestra estancia allí. No nos lo pensamos demasiado y un par de días después ya habíamos dispuesto todo para que la aventura comenzara. El primer mes iría yo para impartir el taller de videoclip y un seminario sobre guión y producción audiovisual y más tarde me relevaría Jan Vilanova, profesor de montaje en la Escuela.

Lo que vino después fue tan rápido que casi no lo recuerdo. En menos de lo que canta un gallo estaba haciendo las maletas, vacunándome de cinco cosas y renovando el pasaporte para tomar dirección a Malí.

El domingo 23 de enero, bien entrada la madrugada, aterrizamos en Bamako, la capital. La expedición estaba formada por Coque, Josemi e Iñaki (tres fantásticos arquitectos del estudio Patrimonio 48 con un proyecto maravilloso para construir una escuela en la ciudad), Ana y Juan (responsables de Voces), el productor musical Fernando Montesinos, el presidente de Sony en España Carlos López, los cantantes David Summers, Ana Torroja, Edurne y Álvaro Benito, y un servidor, Director de la Escuela Foro de Creadores 2.0.

Tras una larga espera para finiquitar nuestros visados pisamos por fin Bamako y tomamos rumbo al hotel. Al día siguiente comenzaba el trabajo. Cada cual tenía sus compromisos y yo debía empezar el taller de videoclip, así que nos fuimos a dormir.



En la mañana del lunes comenzó todo. A la luz del día, Bamako se reveló como una ciudad distinta a todas cuantas había visto antes. No fue la pobreza, no fue la suciedad ni la tierra -roja como la lava- que me teñía los zapatos, no fue el caos crepuscular que invadía las calles o al menos, no fue sólo eso. Fue más que ninguna otra cosa la sonrisa en los rostros, en muchas ocasiones motivada por un secreto ignoto o por una responsabilidad hospitalaria desconocida en occidente. Fue también la sensación de estar en un sueño o en el reflejo de un sueño en el que la vida era otra cosa, no supe intuir qué, pero otra cosa en cualquier caso.

Lo primero que hicimos fue ir al Conservatorio de las Artes a conocer a los alumnos y alumnas del Taller de Videoclip. No fue sencillo encontrarlos, pero tras una ardua búsqueda pudimos comenzar. Rápidamente pude comprobar que su formación dejaba bastante que desear, pero eso es algo lógico en un país en vías de desarrollo (Cuba es un caso aparte) y para eso estábamos allí nosotros: para mejorar esa formación en la medida de nuestras posibilidades.

La tarde transcurrió más o menos normal. Les expliqué el uso básico de la cámara que les habíamos traído (la Canon D5) e hicimos algunas pruebas con ella. Al día siguiente comenzaría el rodaje del videoclip, así que también redactamos un pequeño guión técnico para que nos sirviera de guía en el proceso.

Con esas concluyó la jornada de trabajo y para celebrarlo algunos de los integrantes de la expedición acudimos a la terraza del hotel Mandé a tomar una cerveza sobre el imponente río Níger. Describir la puesta de sol desde ese lugar sería un empeño que llevaría un tiempo del que no dispongo, así que lo dejo abierto a la imaginación del lector, que espero que esté debidamente sugestionada para dicha tarea.



A la mañana siguiente iniciamos el rodaje. La canción sería una versión de Mi primer día, del grupo Los Aslándticos, cantada a varias voces por David Summers, Ana Torroja, Álvaro Benito, Edurne y algunos alumnos de la especialidad de música del Conservatorio.

Mis alumnos y yo estuvimos grabando todo el proceso de la grabación que se produjo en el estudio del Conservatorio y al terminar teníamos casi dos horas de material bruto (no está nada mal).

Luego fuimos a comer al orfanato de Kaddia, situado a pocos metros del Palais de la Culture. Ese fue, quizás, el momento más especial de todo el viaje hasta ahora. Kaddia (quizás no se escriba así, lo ignoro) es una mujer malí que tenía un puesto en la calle y que un buen día decidió dejarlo todo y abrir un orfanato y un restaurante para recoger a los niños abandonados de Bamako y cuidarlos con los pocos recursos que obtuviera del negocio. Una historia de esas que te hace recobrar la fe en el género humano.

El tiempo que pasamos en ese lugar fue de oro. Los niños nos recibieron con los brazos abiertos. De nuevo me volvió a impactar la sonrisa malí, una sonrisa descalza y sincera, rebosante de amor y de ese optimismo intuitivo que sólo puede darse en la niñez. Aún hoy se me pone la carne de gallina sólo con recordarlo. Como dice una amiga mía, en África podrás pasarlo bien o mal, llorar o reír, sentirte solo o acompañado, pero de lo que no cabe duda es de que volverás siendo mejor persona.

En el orfanato también tomamos imágenes de cara al videoclip (el trabajo es lo primero) y tras concluir fuimos al mercado de las artes a comprar unos colchones para que los niños pudieran dormir sobre ellos. Sé que es poca cosa, que no sirve de casi nada y que no es más que un parche, pero bueno… se hizo y punto. Otro día haré la lectura política, que hoy no me apetece.

Así acabó la jornada, sólo quedaba un día para terminar el taller y la cosa iba bastante bien.



El tercer día fue igual de interesante. Viajamos hasta Calabancoró y visitamos los terrenos donde se construirá la Escuela que Voces atesora como su mayor proyecto. Después nos dirigimos, entre interminables caminos de tierra caliza, a la escuela infantil de la que saldrán los niños que completarán sus estudios en la nueva escuela que se piensa levantar. Es difícil, una vez más, referir con palabras lo que uno puede sentir al descender de la furgoneta y verse en medio de un océano de niños y niñas que te dan la mano y la bienvenida, para arrastrarte después entre vítores y sonrisas hacia su patio de recreo, donde te espera una fiesta por todo lo alto en la que una mujer vestida con el traje regional canta una melodía de bienvenida y dos hombres tocan los bongos con excepcional técnica, al menos para un profano en el terreno musical como es mi caso. Cantamos, filmamos, reímos y hasta jugamos un partido de fútbol en el que los españoles no hicimos gala de nuestra condición de campeones del mundo (perdimos por 1-0 y francamente me alegro). Las imágenes que allí rodamos fueron muchas, pero las que se quedaron en el corazón fueron más.

Tras la visita se dio por concluido el taller de videoclip, que arrojó, espero, unos resultados aceptables. Dentro de poco montaremos con los alumnos las imágenes y podremos disfrutar del resultado de nuestro trabajo.

Parte de la expedición se fue esa noche, otros seguimos con esta aventura en Siby y en otros lugares… pero eso lo contaré otro día. Creo que por esta vez es suficiente.

domingo, 2 de enero de 2011

Nuevo Año. Nueva Década

Toca hacer repaso del año muriente, del 2010, quizás porque lo hago todos los primeros de enero y no es plan de faltar a la única cita que llevo a cabo en este blog con mayor o menor escrupulosidad. Habría que hacer repaso a toda una década, pero eso lo dejo para otro día que tenga ganas de análisis irrelevantes o de pajas mentales variadas.
El caso es que si algo cabe destacar de este último año es el tema del que todo el mundo habla, que se agazapa tras el cordero familiar en las mesas navideñas, en la peluquería devastada de rulos y de revistas del corazón, en la verborrea a ratos fascistoide y a ratos campechana de los taxistas de Madrid... Sí, damas y caballeros, hablamos de la crisis, de la crisis dichosa.
Y es que la dichosa crisis está en boca de todo el personal, a veces con asco, a veces con deleite y otras veces como intento un tanto banal de exorcización, como si al ser nombrada su fantasma fuera a esfumarse dejando una peste de azufre y billetera.
La crisis sí es para tanto en contra de lo que dicen los optimistas. Este sistema se ha roto por la mitad y sólo podrá salvarse a través de una reinvención obscena o de una refundación brutal que ha de conducirnos hacia el más desolador de los desfiladeros: la pérdida de libertades y de derechos laborales.
Es muy gracioso, casi todo el mundo se cabrea con los funcionarios, los vagos de los parados y con los inmigrantes. Casi nadie se caga en la puta madre de los bancos, en la degradación moral y política del PSOE, en el pavor ultraliberal del PP, en los delirios parafascistas de UPyD y en la avaricia incontenible de los empresarios. Mola más mirar al vecino y ponerlo verde. Mola más odiar a los que son como tú y hacer del desprecio y la inquina la bandera de nuestros actos.


Este ha sido un año de Huelga General (esperemos que el que viene también lo sea), un año en el que se fueron algunos de los más grandes trapecistas: Manolo Aleixandre, Luis García Berlanga, José Saramago y sobre todo, mi queridísimo Marcelino Camacho.
No me he atrevido a escribir de su muerte en este blog porque aún me duele; aún se me saltan las lágrimas al recordar a su compañera, Josefina Samper, cantando la Internacional ante miles de almas que se debatían, en un desgarrado combate, entre la tristeza y la ternura. Aún me falta el aliento cuando recuerdo aquel día, con apenas quince años, en que conocí a Marcelino y a Josefina en la sede del Partido Comunista de España en el barrio de Carabanchel. Aún se me quedan cortas las palabras o me sangran los dedos cuando trato de llevar a la pantalla la gratitud, el cariño y la admiración que me producen Josefina y Marcelino. Sólo me sale escribir "gracias". Sé que no está a la altura, pero qué le vamos a hacer.
Aquí dejo, para quien quiera verlo, un vídeo que hice sobre la capilla ardiente de Marcelino para el canal de televisión del PCE. Me hubiera gustado que la calidad fuese mejor, pero no tuvimos los medios con los que soñábamos cuando queríamos ser cineastas. Como soy un cenutrio con esto de internet, no tengo ni idea de cómo poner el vídeo directamente en el blog, así que os dejo el enlace. Sólo tenéis que pinchar sobre él.
http://www.youtube.com/watch?v=xJyugZ0Nfy0



Hubo más cosas relevantes este año. A saber... que a los fumadores nos persiguen, que la Pantoja está cerca de la trena, que Belén Esteban es la princesa de no sé qué pueblo, que los obispos vinculan el maltrato con la vida en pecado (pobres pedazos de mierda), que la TDT se ha incorporado al espacio vital de las familias, que hay una cosa que se llama Wikileaks que está poniendo en serios aprietos a la CIA, que el Barcelona le ha metido cinco a los merengues, que los controladores no están contentos, que yo qué se o que qué se yo... Muchas cosas oigan.





Y en el plano personal... pues no sé, ha sido un año raro con sus idas y venidas.
Terminé la novela, rodé reportajes, salí por la noche, paseé a la perra, reí con mi familia y mis amigos, di clases, fui a Cuba un año más, me peleé y me reencontré con el amor de siempre y disfruté en mayor o menor medida de todo lo bueno que me rodea.
Es posible que el mundo esté enfermo, pero yo me siento relativamente saludable aunque no inicie el año con Cuba (este curso dudo mucho que pueda ir, echaré de menos mi paraíso socialista). Un horizonte se abre ante mí, un nuevo año me espera, una década novísima aguarda. Y yo sólo querría, como decía en una de sus películas otro de los trapecistas que se murieron este año, el gran Leslie Nielsen, que mis descendientes pudieran vivir en un mundo en el que pudieran comerse una nutria sin vomitar.
Que tengan todos y todas ustedes un feliz año. Y lo digo de corazón.