jueves, 18 de agosto de 2011

El balido de los meapilas

En Madrid hace mucho calor estos días y deambular por las calles antes de las siete de la tarde es una aventura o un desafío para el que me quedan escasas fuerzas. 
Sin embargo, el mes de agosto es tradicionalmente el mes que más me gusta en esta ciudad. El bullicio habitual y la locura de viandantes es sustituida por una plácida tranquilidad que invita al paseo nocturno. Al menos así era hasta que al jefe de estado del Vaticano se le ocurrió la brillante idea de venir a mancillar con su sotana de meapilas y su séquito de jóvenes libres de pecado esta bendita ciudad, laica y republicana.
Ahora salir y encontrarse con las juventudes hitlerianas del papado ensuciando con sus crucifijos y su doble moral las esquinas de mi barrio, es una perspectiva tan aburrida como hiriente. Me sorprende aún así (soy un ingenuo, qué le vamos a hacer) la cantidad descomunal de chavales que han vendido su cerebro a los intereses del clero. Les compadezco, aunque sólo un poco.


Como estoy molesto con tanto cura y tanta monja y tanto odio y tanta cara de virgen y tanto cántico posfascista, me he dedicado los últimos dos días a hacer un poco de activista antimeapilas. El martes salí con algunos compañeros de Izquierda Unida a pegar carteles de la campaña que puso en marcha el área federal de juventud, llamada Madridsinpapa. Repartimos octavillas, pegatinas y ¡anatema! preservativos. También me sorprendió (ingenuo, ya lo he dicho) que las hordas vaticanas se lanzaran con voracidad sobre los profilácticos del pecado, no sé si por qué eran gratis o porque hayan venido con la idea de practicar otras cosas además de la fe inquebrantable al Sumo defensor de pederastas. 
El caso es que de una caja con más de cincuenta condones, ya sólo queda el recuerdo y tal vez algún orgasmo cargado de culpa y condenado a la expiación tras doce avemarías y nueve padrenuestros.
Ayer acudí a la manifestación convocada por Europa Laica y disfruté en compañía de decenas de miles de impíos de la rebelión ciudadana y la protesta. Todo iba de maravilla, hasta que los meapilas vinieron a provocar a la Puerta del Sol.


Hoy la prensa, como es habitual, miente más que habla. Dicen que los manifestantes increpamos a los jóvenes del papa (sí, en minúscula), dicen que les intimidamos o que entramos en la provocación. Es falso, claro, pero eso en esta sociedad de la desinformación parece importar poco. La manifestación fue ejemplar, divertida, espontánea. Y eso a pesar del hartazgo porque se sufrague de nuestros bolsillos la juerga que estos impresentables se están corriendo en Madrid. 
Éramos miles de voces exigiendo respeto a aquellos que hemos decidido no creer, no comulgar con ruedas de molino, no simpatizar con una empresa que se lucra a costa de la fe y del diezmo de los pobres, de un holding que roza las costas del genocidio cuando estigmatiza el uso del condón en África y que tiene ejecutivos (como el Arzobispo de Granada) que justifican el abuso sexual si la mujer aborta. Son gentuza, siervos de un Dios verde billete, lameculos de la desvergüenza, de la estulticia, del odio a lo diferente, homófobos, ignorantes, payasos de un circo que huele a incienso, mirra y mucho oro.
Los conozco bien, he estudiado con ellos, los he sufrido. Sé de su propensión al chantaje, de su infinita capacidad para hacernos sentir culpables, de su maldad profunda amparada en la piedad y el perdón. 


Pero a todo esto hay que añadirle, además, el peloteo que les hace el poder establecido, ese partido que nos desgobierna y que día a día es más represor, más de derechas, más repugnante. El PSOE, lejos de proteger a los desvalidos que ejercen su derecho a la libertad de expresión, mandó cargar a las fuerzas del orden contra nosotros. Violencia injustificada y fuera de lugar para defender al papado. Ya está bien, oiga. Ya está bien.
Se trata de un escándalo sin precedentes y el vaso empieza a estar colmado. No hacen falta más gotas. No queremos más PSOE ni más curas ni más golfos ni más niñatos meapilas en una fila india impecablemente mussoliniana. Los madrileños pedimos que los actos de las sectas los sufraguen ellas y que se les faciliten lugares acordes a su nivel espiritual y humano, como por ejemplo las alcantarillas. Son agresivos, son estúpidos y son peligrosos.
Sí quisiera dejar claro, no obstante, que a mí me parece muy bien que la gente crea, que la gente que pueda, piense que hay un dios y que ese dios es el de Cristo, el de Mahoma o el de Maradona. Me la trae floja, pero que no se metan en mi vida, que no toquen mi dinero, que funcionen de forma autogestionado con lo que le saquen a sus ovejas. Porque empieza a ser ofensivo este motín de desclasados, este balido permanente de cafres, esta cantidad de sociópatas que, con rezar, abortar en Londres y tocar niños pretenden acceder a un cielo negado a toda gente que tiene la mala costumbre de pensar. ¡Que se vayan al Vaticano! ¡O a la mierda! Me es igual.

1 comentario:

Anónimo dijo...

cada vez que leo tu blog ,me gusta mas... es increible hermans ...QUE RAZON TIENES!!TU HERMANA QUE TE QUIERE.. UN BESITO DESDE INGLATERRA