jueves, 24 de abril de 2008

Vacaciones

Me voy de vacaciones. Nos vemos después del puente de mayo. Aunque tal vez pueda escribir algún artículo desde mi retiro.
Saludos de trapecista

sábado, 19 de abril de 2008

La Lluvia

Últimamente llueve.
Los agricultores se alegran, los poetas se enclaustran en las buhardillas ávidos de versos y las musas acuden prestas con paraguas. Dicen los que saben de esto que hay y sequía y que conviene que llueva mucho; yo les creo y acato el temporal con la placidez de aquel que disfruta del agua cayendo, del olor de la tierra empapada y de la excusa perfecta para encerrarse en el castillo y echarse a leer y a ver películas antiguas. De vez en cuando viene algún amigo por casa y nos tomamos un güisquito, otras veces no viene nadie y otras aparece mi ángel de la guarda para cuidarme. Cuando me quedo solo y me entra el cargo de conciencia me levanto, arrastro mi cuerpo hasta el ordenador y me pongo un rato a escribir venciendo una pereza endémica y gloriosa. Es una vida cojonuda, vaya.


Todos recordamos las lluvias de nuestra vida y no sé por qué, pero en mi caso, cada vez que haciendo memoria he recordado sucesos de mi existencia, he descubierto que muchos de ellos van de la mano de una lluvia que nunca olvidaré. Las hay de todas clases: lluvia fina, granizada, de chaparrón, de calabobos, de tormenta, etc.
También ocurre que asociamos lluvias con personas. Yo, por ejemplo, en función del tipo de lluvia, en función del momento del día o del año en que el agua cae, recuerdo a una persona importante de mi vida. Toda la gente a la que quiero o he querido, suele tener su sector de lluvia asociado. Es curioso ¿verdad?
Qué cosas...

jueves, 17 de abril de 2008

Los sueños (poema del trapecista)

Vosotros que habéis sido
la luz, el pasto,
los crujidos
que en la noche
aventaban contra el silencio
de las madres tristes.
Vosotros,
como luciérnagas en orillas espumosas
os recostabais al calor de la noche,
con el mullido cantar de los grillos
como colchón remoto,
y esperabais el amanecer
fumando de la vida
en el pliegue de los párpados vencidos
por la dicha
del sexo abierto.
Oh, vosotros,
dignos herederos de Ulises,
oh, vosotros, capitanes.
¿Dónde quedasteis?
¿Por qué tuvisteis que morir
como la paja seca
que el fuego besa
y se evapora?
¿Por qué en mi piel
ya no titila
el murmullo de la sangre
que impulsó vuestra esperanza?
Decidme. Decidme
por qué os habeis desvanecido,
por qué alejasteis de mí
aquel fulgor,
por qué, ahora, sólo soy un hombre viejo.

sábado, 12 de abril de 2008

Lo tuyo es puro...

Con dieciséis años, mientras yo empezaba a descubrir qué era eso de la adolescencia, mis padres decidieron liar el petate y trasladar el centro de operaciones familiar desde de mi Aluche natal hacia un Brunete que por entonces se me antojó un lugar inhóspito y lejano, con reminiscencias de Guerra Civil, de ultraderecha y de viejas enlutadas con el mandil de hacer las croquetas como única nota de color.
El éxodo fue duro en un principio, pero con el tiempo comencé a disfrutar de mi nuevo hogar y a medida que conocía nuevos amigos y vivía experiencias novedosas, conseguí sentirme identificado y a gusto en Brunete.
En todo ese proceso tuvo mucho que ver Villaviciosa, la gente que allí encontré y el grupo de teatro Calatalifa hacia el cual, a pesar de muchas cosas, siempre guardaré un lugar destacado en el corazón. También fue decisivo el nacimiento de la tertulia literaria "La tetera Mágica" donde tuve el placer, la suerte y el honor de conocer a Dora, Paca, Óscar, los Carlos, David, Rubén, etc.
Fueron ellos los que me pusieron en contacto con el Grupo de teatro "Tete ¿por qué lloras?".


El teatro es una de las pasiones de mi vida. He tenido la enorme fortuna de actuar en algunos de los mejores escenarios de este país, pero nunca he sentido el embrujo, la magia y la drogadicción de las tablas con la intensidad experimentada con ese grupo de Brunete, que entonces era de madres sin formación alguna pero con una ilusión desbordante y que, tras muchos trances felices y amargos, terminó deviniendo en Racatá Teatro, nuestro grupo actual, del cual soy director y actor en la medida de mis modestas posibilidades.
Tengo mucho que agradecerle al grupo, cuyo camino ha estado tan poblado de trampas, que supone prácticamente un milagro el hecho de que sigamos luchando contra viento y marea por mantener el número de actuaciones y permanecer en la ilusión de interpretar.
Hace más o menos un año, emprendimos los ensayos de la magnífica obra de Arthur Miller Todos eran mis hijos, que estrenamos el pasado 19 de febrero y que volvemos a poner sobre tablas mañana domingo trece de abril, en Madrid, a las 22 horas en el Colegio mayor San Juan Evangelista (junto a la boca de metro de Metropolitano, línea 6).
Si alguno de los trapecistas o de las putas que leen en el blog no tienen nada mejor que hacer, sepan que les recibiremos gratis y con los brazos abiertos, esperando que la obra sea de su agrado y les permita pasar un rato agradable.
Nos vemos.

sábado, 5 de abril de 2008

Juegos del trapecio II

Continuamos con el juego buñuelesco, esta vez con aquellas cosas que me gustan en la vida. Huelga decir que en el anterior post y en este, dejaré en el tintero muchas de las obsesiones que me persiguen. Sirvan ambos de aproximación. Os invito a añadir vuestras propias filias y fobias en el apartado de comentarios.


Adoro el mar, sea cual sea, sin distinguir color, forma o estado. Soy hijo del mar.
Amo a Córdoba (lejana y sola), sobre todo en las cálidas noches de primavera con su olor de naranjos, madreselvas y jazmines, con la luna llena que todo lo mira y la Plaza Averroes silenciosa, camino a la muralla.
Me gustan Toledo, La Habana, Madird, París, Alhucemas y San Sebastián, cada una por lo suyo.
Siempre he sentido especial predilección por la mitología artúrica, tan llena de brevajes, de pócimas y de pasadizos secretos, acechada por intrigas palaciegas e incestuosas hechiceras. Si tuviese tanto dinero como Bill Gates construiría un castillo y lo llenaría de inscripciones, pasajes, falsas alcobas y demás zarandajas.
Me atrae la Semana Santa, sobre todo la de Lucena (Córdoba), lo cual para un ateo convicto y confeso como yo, suma otra contradicción. Las saetas, el olor a incienso y el aura tenebrosa de las procesiones acompañadas del redoblar de los tambores, los cirios de los penitentes y la simbología de La Pasión consiguen fascinarme.
Soy taurino y a pesar de que considero la fiesta una crueldad intolerable, he llegado a experimentar profundas emociones al ver torear a toreros como Curro Romero. La lucha entre la vida y la muerte, la bestia y el hombre, le arte y el maltrato me conmueven. No puedo evitarlo.


Me gustan los gangsteres y aunque sé que son gente despreciable, en el fondo siempre he querido ser como Lucky Luciano. Otro modelo ha sido Drácula, siempre que fuese el de Christopher Lee. Los vampiros siempre han suscitado mi interés.
Siento especial predilección por la noche en detrimento del día. El día es aburrido, la noche es inquietante, pérfida y loca. ¿Quién, Rouco Varela aparte, puede preferir lo primero?
Me gustan los perros. He tenido dos a lo largo de mi vida y a ambos los he querido más que a muchas personas.
Me divierte bailar salsa, jugar al golf y hacer que juego al fútbol. Las tres cosas resultan pelín idiotas y algo burguesas, pero vivo de mis contradicciones, cosa que también me divierte.
Me apasionan el póker, el mus y el risk, aunque a este último juegue muy poco.
Los sombreros y los abrigos largos son mis prendas preferidas.
Cuando era pequeño una de mis aficiones funadamentales eran los juegos de chapas. Aún hoy conservo una gran colección.
Aunque no poseo explicación alguna, los enanos me parecen interesantes, además de atletas sexuales y estupendos jugadores de cartas. Tengo una anécdota muy buena sobre esto, algún día puede que la cuente.


Me gusta el güisqui, especialmente el Jonhy Walker etiqueta negra. De un par de años a esta parte me he aficionado al gintonic, que prefiero de Bombay Saphire ante cualquier otra ginebra. También soy partidario del daiquirí que dan en Floridita y en un pequeño restaurante madrileño llamado Zara.
Una de las cosas que más disfruto en la vida es charlar con los amigos al amparo de una de esas bebidas.
Encuentro un gran placer en fumar. Lo hago desde los trece años y nunca me he planteado dejarlo. Como curiosidad diré que debo de ser el fumador de negro más joven en muchos kilómetros a la redonda.
Escribir me encanta. En el momento en el que se enciende el ordenador y aparece la pantalla en blanco experimento un sentimiento masoquista de horror y morbo.
No puedo vivir sin leer. Siempre he dicho que si tuviese que llevar algo a una isla desierta, lo segundo sería sin duda alguna un libro. Lo primero es evidente y constituye mi gran pasión.
Soy un apasionado del flamenco puro y un moderado aficionado de jazz. Me gustan Dylan, Sabina (aunque como persona dejó de gustarme hace mucho), algunos clásicos y Wagner. Aún así no soy un melómano. El nocturno para violín de Chopin me hace llorar.




Me atrae y me repele el mundo católico.
Adoro los bares clandestinos con mucho humo, poca música y cuatro o cinco grupos de gente que charla sobre cualquier idiotez. El Binomio era mi casa, pero me lo han cerrado: cabrones.
Soy erotómano y fetichista desde que tengo uso de razón al igual que el Divino Marqués, fuente de constante inspiración. Me agrada lo perverso, lo turbio. Soy un firme defensor del onanismo, auqnue no lo practico demasiado en los últimos años.
Añoro el Bar Portugal, templo mugriento de mi adolescencia.
Amo Aluche aunque cambie a un ritmo que resulta preocupante.
Admiro a los obreros, a la gente que trabaja y se esfuerza por sacar adelante a los suyos. Admiro la habilidad física y manual, que me es completamente ajena.
Me gustan los viejos mercados, no sé por qué; también los retablos, los cementerios góticos, la arquitectura mozárabe y la románica. Los hogares llenos de libros, fotos, cuadros y objetos me reconfortan. Siento una profunda fascinación por las viejas bibliotecas, los claustros y los monasterios.


Mi olor preferido es el de la tierra mojada. Me gustan las tardes tristes y lluviosas; las noches veraniegas; las cenas con la familia y los amigos.
Disfruto de la vida en pareja cuando la tengo, pero también encuentro un gran placer en la soledad.
Soy partidario acérrimo de la novela y el cine negros. Además de gángster quisiera ser Phillip Marlowe o Sam Spade. Poirot ni en sueños.
Me gusta la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, que es el lugar del mundo donde mejor y más a gusto se escribe.
Soy partidario del acto absurdo sin explicación aparente. Habitualmente, cuando voy con dos copas de más, vuelco con mucho cuidado y sin derramar los restos, los cubos de basura que encuentro por la calle.
Me gusta la radio. Hace años participé en un programa semanal como colaborador y hallé muy agradable la experiencia.
Me satisface el sonido que emiten las herraduras de los caballos al galopar.
Me gusta estar con mis amigos, con mi familia, con Nuria.

Juegos del trapecio

Ya lo he dicho alguna vez en este blog; soy un admirador declarado de Luís Buñuel. Me gustan todas sus películas (incluso las peores) y considero su autobiografía como una pequeña joya literaria que resistirá el paso del tiempo sin despeinarse.
El caso es que en Mi último suspiro, que así se llama la autobiografía del genio de Calanda, propone un juego que me parece muy interesante y que consiste en hablar de las cosas que amas y que detestas. Empezaré por las que detesto.


Aborrezco los insectos, sobre todo las mantis religiosas, las orugas y los bichos desconocidos. Soy capaz de sufrir un rapto emocional y abandonar a mi madre en medio de un incendio si los ojos de la mantis me vigilan.
Detesto a la burguesía, a la gente que no tiene tiempo para la frivolidad, a los serios, a los solemnes y a los que no se toman la vida como lo que es: muy poca cosa.
No me gustan los progres, los ecologistas, aquellos que sólo se preocupan por imbecilidades tales como el sexismo en el lenguaje, los documentales de Al Gore y los delirios de Michael Moore. Debe de ser una desviación de comunista ortodoxo.
No aguanto los lugares ruidosos en los que la gente habla a voces, especialmente cuando está comiendo.
Odio los edificios públicos y administrativos, todo lo que huela a Burocracia.
Me repugna la Universidad, templo de la mediocridad y la idiotez, antro gris, guardería hormonal, reserva espiritual de nada.


Me cansan los vegetarianos ideológicos, aquellos que para reivindicar la igualdad entre el hombre y el animal, se ponen un peldaño por encima y juzgan al animalito desde una perspectiva repulsiva y paternalista.
Fuenlabrada, Terrasa, Tarragona, Alcorcón, Móstoles y el resto de ciudades industriales me dan miedo. Detesto también los polígonos industriales y las ferreterías, no sé por qué.
Siento un profunda aversión al clero, muy en especial a las monjas, que me parecen los seres más malvados que hay sobre la tierra.
No aguanto a la gente espesa, que elige la tristeza y la pena como modo de vida. Tamopoco a la gente que le da una importancia desmedida al modo de vestir.


Nunca he sido capaz de comerme una granada. Tampoco me gusta la ensaladilla rusa ni los trisquis, esos aros de trigo infernales.
Los deportistas me aburren, odio las manifestaciones, me veo alterado por los patriotas. El fascismo, el racismo y la homofobia me asquean, pero ninguno tanto como el capitalismo o el liberalismo, que engloba a todos y del que encima soy partícipe (también me detesto a mí mismo a veces). El pelo de Aznar me produce escalofríos.
No me gusta el campo en verano. Me aterra el ruido de los grillos, el cuchiceheo del silencio y la nieve cuando está a punto de descongelarse. En el colegio, por algún motivo, las ecuaciones y la geometría me aterraban, me parecían obscenas; aún hoy me infunden temor.
Lans Von Trier, 2001, La vida es bella, La lista de Schindler o Mar adentro me parecen directamente una mierda. Igual me pasa con la literatura de autoayuda, con Pablo Cohello, Bucay, Pérez Reverte, La Divina Comedia, Prada, Gala, Freud (qué cansancio), Platón (no es culpa mía), Savater, algunas obras de Lope (ya es hora de decirlo), con casi todos los que escriben en el país a excepción de Mendoza y con muchos más.


Me repugna la zarzuela y no sé por qué. Los matrimonios felices, plenamente felices son tenebrosos. Los optimistas y los pesimistas son un coñazo, los hombres de traje, las mujeres de traje, sobre todo si llevan maletines, generan en mí desconfianza.
Sigo odiando los flashes (sobre todo los de lima limón). No me interesa Japón ni la cultura del espíritu oriental. Vomito cuando veo a Ramiro Calle, a Dragó, a Jiménez Losantos y a Doña Leticia.
Desconfío de la gente que dice que nunca se ha masturbado (si mienten en una tontería así, imagínate en algo importante).
Me horrorizan profundamente los relojes de pared, sobre todo los de cuco. En mi casa hay uno y por razones sentimentales nunca he intentado quitarlo; sí que conseguí hace años que quedase más o menos escondido en un rincón del salón.
Me dan miedo las alturas y los parques floridos.
Me cambio de acera cuando veo un grupo de adolescentes con gafas de sol, pelo de punta y ampulosas baratijas rodeándoles el cuerpo. siento temor.
Por último, detesto todo lo que huela a militar, a ejército, policía o autoridad. Recuerdo una vez en la que estuve tentado de ir a cierta comisaría, dejar el DNI y decirles: "Denúncienme por lo que quieran, pero déjenme en paz, por favor".
No lo hice y lamento no haberlo hecho. Como ya he dicho, a veces (no siempre pero sí muchas), yo mismo no me gusto.

jueves, 3 de abril de 2008

Putas y trapecistas hablan

La encuesta sobre la transición cubana ha concluido. La población del putiferio y el trapecio ha hablado y en este blog se acata su sentencia, qiue combina cachondeo y firmeza de un modo perfecto. Los resultados son claros.
Sobre una muestra de 85 votantes, un 41% (35 votos) se decanta por la opción más socialismo. El 32% (28 votos) escoge el sistema de República Bananera demostrando una vez más, que en España lo que más nos gusta es el plátano y el símbolo fálico (cosas de los complejos masculinos y las insatisfacciones femeninas). El 14 % (12 votos) opta por la Democracia Burguesa y el el 11% (10 votos) prefiere una solución continuista para el futuro de la isla.
Cada uno sabrá lo que ha votado, cuantas veces y por qué, pero en una lectura somera sobre los votos emitidos, se podría asegurar que entre las putas y los trapecistas que pululan por esta su casa, un 52% se muestra de un modo u otro a favor del socialismo en Cuba, mientras que un 46% aboga por otras formas de gobierno. Llama la atención, el bajo resultado de la Democracia al estilo occidental, que no llega al 15%. En cuanto a la desmedida bolsa de votos que se deciden por la República Bananera, huelga decir que corresponden en su inmensa mayoría a cachondos mentales a los que les importa poco o nada el tema encuestado. Me parece bien.


En cualquier caso, gracias a todos por votar. Ahora que Raúl Castro parece haber emprendido reformas de final incierto pero, a priori, esperanzador en la profundización del socialismo, el debate sobre Cuba saltará cada dos por tres a la palestra. Estaría bien que aquellos que lo deseen expongan las razones de su voto, sea cual sea, en los comentarios de este post, lo cual ayudaría a discutir y reflexionar sobre el modelo cubano. Yo sigo gritándolo alto y claro: ¡Viva Cuba! ¡Viva la Revolución! ¡Socialismo o barbarie!