domingo, 1 de abril de 2012

El arma que nos queda

Hace tiempo ya que no me asomo por aquí. Será porque no tengo nada que decir o porque lo que tengo que decir lo digo en otras partes... o puede que sólo sea porque me da mucha pereza esto del blog.
El caso es que el jueves pasado hubo Huelga General en el estado español, supongo que se habrán enterado. Los motivos son tan evidentes que glosarlos aquí sería ridículo. Baste decir que, como dice la proclama de los sindicatos, nos lo quieren robar todo. Y yo, lógicamente, me sumé a la convocatoria y estuve en varios piquetes (desenterrado de los confines del armario el chándal que nunca uso) y en la manifestación de la tarde.
Lo pasé bien porque para mí la huelga es una fiesta de autoafirmación identitaria, el reflejo de la pertenencia a una clase social y económica que, como siempre, está a la baja y perseguida.
Me lo pasé bien, digo, porque la solidaridad contra el patrón es, en el fondo, un vibrante ejemplo de generosidad, porque salir a la calle y cortar la circulación y cerrar establecimientos y gritar contra aquellos que nos mandan hacia el negro agujero de la pobreza es mucho más que un lujo o un derecho; es una obligación moral y ciudadana.


Pinta en bastos, no cabe duda. El actual gobierno de la nación, espoleado por una mayoría absoluta que tiene su germen en una ley electoral injusta, ha tomado la determinación de arrodillarse ante nuestro acreedor alemán y dejarle vía libre para que expolie nuestros recursos, nuestra fuerza productiva y ya de paso nuestros derechos. Continúa el PP la labor iniciada por el PSOE de Zapatero, aunque profundizándola con habilidad de cirujano. Entramos pues en una nueva fase de acumulación de capital. Es el cuento de siempre, la misma mierda de todas las crisis, el runrún del miedo para justificar la atrocidad del latrocinio y la usura de esta panda de caníbales sin entrañas que con una eficacia aplastante combina a Adam Smith con Benito Mussolini. Su plan es claro y conciso: más beneficio, menos derechos.
¿Y ante esto qué hacer? Pues caña al mono y poco más. La guerra ha comenzado: carguen, apunten, fuego. La huelga es el inicio de un proceso que debe culminar con el derrocamiento del gobierno y sus políticas, con la recuperación de la soberanía robada, con la reformulación de nuestro modelo productivo, social y económico. Esto que tenemos no sirve para la gran mayoría y se empieza a comprender que es insostenible que todo el tinglado esté montado por y para cuatro cabrones que presumen de jaguar, yate y cuenta en Suiza.



Después de esta huelga han de venir muchas otras. Cada vez con más apoyo, cada vez con más fuerza, con más esperanza.
El conflicto social es el arma que nos queda y no podemos renunciar a ella. Eso sería un error de consecuencias temibles e imprevisibles, la pala definitiva para cavar la fosa de los derechos que aún hemos retenido.
La pelota tiene que estar en nuestro tejado, en el de los trabajadores y las trabajadoras de este país. Se acabó el delegar en el gobierno, el sindicato, la asociación de vecinos o el árbitro del partido. Ahora hay que implicarse, ahora hay que empaparse hasta los huesos para evitar que nos aplasten. Nosotros hemos de gobernar, nosotros hemos de marcarle la política a los sindicatos, a la asociación y al árbitro. Nosotros y sólo nosotros. La huelga fue un éxito (le pese a quien le pese) pero no será suficiente si el pueblo no persevera en su firmeza ante el ataque del poder.
Yo, que soy escéptico por naturaleza, deseo confiar hoy en nosotros, en los míos, en la clase a la que pertenezco. Me guardo para mí mis reticencias, mis miedos y mi natural desesperanza ante el compromiso ciudadano. No porque esté convencido sino porque me conviene. Porque no tengo más remedio. Porque dependemos de nosotros para cambiar esto y o creemos en nosotros o podemos darnos por jodidos, cosa que a mí, francamente, aún no me apetece. La cosa no ha hecho más que empezar. ¡Viva la Huelga General! (y muchos años, por dios).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Venga, matemos a los curas, a los patronos, violemos a las monjas y estemos en huelga permanente...como si estuvieramos en el 36...es que no avanzais ni un metro, pandilla de cazurros...

Trapecista dijo...

Lo que hay que leer, señor... A pesar de que no tolero insultos en este blog, dejo este comentario para ilustrar la inteligencia de ciertos sujetos... Qué nivel!