miércoles, 23 de julio de 2008

La vida en negro

Ahora que acaba de terminar la XXI Semana Negra de Gijón, aprovecharé para hablar un poquito de ese género, el negro, que tanto me agrada leer y escribir y que tan altos y espectaculares autores ha dado.
Durante demasiados años, la novela negra fue considerada algo así como un folletín barato de kiosco de periódicos. La crítica la relegaba a un quinto plano y rechazaba su estilo directo, violento y a menudo, descarnado. Se prefería la novela de misterio más descafeinada, en la que el crimen era lo importante y descubrir al asesino el objetivo. Se prefería un tipo de novela en el que un ambiente burgués era el telón de fondo, unos personajes refinados y aristocráticos los protagonistas y la estructura narrativa una trampa en la que en el último momento aparecía el cortauñas que delataba al mayordomo. Así Agatha Christie, Poe, Georges Simenon o Conan Doyle reinaban en el panorama policíaco con novelas entretenidas, bastante bien escritas (en algunos casos perfectas), pero simples en cuanto a la disección de la sociedad que les rodeaba. Conste en acta que a mí me divierten mucho ese tipo de novelas y algunas me parecen cojonudas.


Pero a principios de la década de los treinta y finales de los veinte surgió un tal Dashiell Hammett, que revolucionó con su literatura viva, desgarrada y dura el panorama de la novela de crímenes. Con él surgía un nuevo género o subgénero, según el gusto del consumidor, que en un principio, si bien contó con el apoyo del público, pasó desapercibido para los ambientes selectos de la literatura.
No obstante, el tiempo puso las cosas en su sitio y al cabo de unos años aparecieron gentes como Raymond Chandler, James M.Cain y otros, que continuaron la senda abierta por Hammett cada uno por su lado.
La novela negra aportó algo fundamental. A parte de un estilo fuertemente influido por la estética cinematográfica, asuntos como la lucha de clases, la corrupción capitalista, la crueldad humana y los desfavorecidos por la sociedad irrumpieron en la temática novelística como marco en el que se desarrollaba la investigacion del crimen. Este hallazgo, combinado con la técnica narrativa más redonda de la literatura del XX, consiguieron, con ayuda del cine, que la novela negra se instalase en el subconsciente colectivo y alcanzase el lugar que le correspondía.


Los tentáculos de este género fueron expandiéndose hasta llegar, tarde como siempre, a España. De esta forma Juan Madrid y Manuel Vázquez Montalbán son, quizá, los dos máximos exponentes patrios, algo así como el Dashiell Hammett de la Barceloneta y el Chandler de Malasaña.
Ahora la novela negra gana adeptos por momentos, es conmemorada e incluso tiene en la Semana Negra de Gijón un referente español e internacional de gran calado. Para mí siempre ha sido un placer leer novela negra, es el estilo con el que más identificado me he sentido tanto formal como ideológicamente. Quizá por ello, en estos momentos y desde hace unos diez meses, me hallo inmerso en la redacción de una novela negra. El camino está siendo duro pero me lo paso en grande, disfruto como un niño con su primer caramelo y por primera vez encuentro una voz, un género, que me permite distanciarme de mí mismo, reírme de casi todo, ser cruel, ser tierno, parecer cínico, deslizar píldoras de marxismo, enfrentarme a los fantasmas y llenarme de frivolidad. No está mal. La novela negra al fin y al cabo, siempre fue una excusa perfecta para condensar todo lo que a uno le viniese en gana. Ahí está su fuerza, en que el autor sale al mundo y cuenta lo que está pasando con el barniz del entretenimiento. En eso y en que dio bajo mi punto de vista a algunos de los mejores escritores de todos los tiempos.

1 comentario:

María Arenas Olvera dijo...

¿y si la pintamos de colores? :P