viernes, 2 de noviembre de 2007

Halloween

No me suelen gustar las fiestas norteamericanas, eventos como el Día de Acción de Gracias, el 4 de julio u otras manifestaciones festivas de un país sin historia. Sin embargo, Halloween es siempre una excusa perfecta para desempolvar la capa y disfrazarme de uno de los personajes cinematográficos que más me han fascinado desde que era un crío: Drácula.
Sin duda alguna, el personaje encarna su más alta expresión cinematográfica en la versión de la Hammer Film, protagonizada por el seductor y animal Christopher Lee, uno de los mejores actores del género de terror de todos los tiempos.

Recuerdo cuando vi por primera vez Drácula, príncipe de las tinieblas. Tenía seis años y desde entonces, siempre he querido ser el Príncipe Vlad, ese ser alto y delgado que, con su sola mirada, helaba la sangre de las imponentes chicas Playboy de la Hammer.
Luego leí la novela y vi todas las películas que me fueron cayendo en las manos sobre este personaje. Nunca tuve dudas. Christopher Lee era el mejor. No me disgustaban Lugosi, Langella y por qué no, Gary Oldaman. Pero la comunión entre la vertiente animal, sexual y romántica del personaje, brillaba en los ojos de Lee tras morder el cuello, levantar la vista y paladear la sangre con un leve movimiento del maxiliar inferior mientras los ojos se le teñían de rojo.

Aquellos que me conocen saben que soy el defensor más brutal del Drácula de Lee. Ni siquiera en las últimas y delirantes películas (Drácula 73, Los ritos satánicos de Drácula o el Drácula De Jesús Franco) pierde un ápice de la esencia del mito. Un buen amigo me contó que en realidad, el actor británico era un burgués conservador y soso. Debe ser cierto aquello de que si admiras a alguien, lo mejor será que no lo conozcas. De todas formas me da igual. Porque el personaje y su alter ego cinematográfico me han dado algunos de los mejores momentos que he pasado frente a una pantalla.
De vez en cuando, si encuentro una excusa relativamente válida, dejo a Álvaro en casa y me disfrazo de Drácula. Y es que al fin y al cabo, el escritor (permítaseme que me lo considere) es de la misma sustancia que el vampiro; un ser de la noche que aprovecha la sangre de sus víctimas para nutrir su forma de vida, un conde solitario que sale en busca del cuello hermoso de una joven (o de un joven, según los gustos).

2 comentarios:

Josito Montez dijo...

S�lo recuerdo de esa noche, que me qued� dormido al llegar a la casa. Debi� suplantarme esa bruja puta y loca, que sale en la foto.
Muy buen art�culo, �lvaro. Yo tambi�n adoro los vampiros y, para que quede constancia, Christopher Lee estaba muy bueno.
Viva la Hammmer!!!!

Anónimo dijo...

Uhhh!

Un vampiritOh!

^^