sábado, 17 de enero de 2009

El último encuentro

Hace más o menos un mes, una buena amiga me dejó un libro titulado El último encuentro. El autor era Sandor Marai, un escritor húngaro que pasó de puntillas por el panorama literario durante casi toda su vida, y cuyas obras alcanzaron renombre y notoriedad tras el suicidio del autor unos meses antes de que cayese el Muro. Cuando tomé el libro tenía mucha lectura pendiente, así que lo dejé en la maleta (estaba de viaje) con la intención de leerlo más adelante. A la noche siguiente, antes de ir a dormir, decidí hojearlo para enterarme un poco de qué iba a ir la cosa. Rápidamente el libro me atrapó; ya no supe o no quise dejarlo.


La historia no puede ser más sencilla: dos íntimos amigos se reencuentran tras cuarenta años para cenar juntos, tal vez por última vez, en un viejo caserón de la Hungría imperial. Son ahora dos ancianos que se han mantenido vivos con el único pretexto de encontrarse y vivir la conversación final, el duelo a muerte dialéctico en el que el pasado y la mujer que ambos compartieron se erigen en la espada con la que herir y asesinar al otro.
La novela me impactó. Ha sido una de las sorpresas más gratas con las que me he encontrado en mucho tiempo. En ella Sandor Marai disecciona sin pudor, exento de tapujos y muros morales, la búsqueda de la verdad con mayúsculas, la relación erótica que implica la amistad entre dos personas, el vampirismo casi endémico que sopla su vela, el motor que impulsa la envidia, los celos, la pasión, el amor, la posesión y las pasiones bajas e instintivas del animal humano. Una conversación le basta. La asfixia y la tensión creciente surcan el libro como presencia constante, casi oscura, hasta convertir el relato en un ejercicio insoportable de sinceridad y desnudez. El hombre aparece como una animal sangriento, cazador, que se reconoce en las bestias que aniquila en el campo, que aspira al asesinato y la usurpación como meta vital. Es demoledor.
Recomiendo a cualquiera la lectura de esta enorme obra que a parte de estar cojonudamente escrita, somete al lector a la brutal sacudida de sus cimientos morales. Quizá lo más importante en una novela (además de tener calidad literaria) es provocar preguntas sin respuesta, invitar a la investigación interior, derruir los castillos de naipes que presiden nuestra conducta, conseguir que al cerrar el libro experimentemos una sensación, cualquiera que sea, y sintamos que hemos aprendido algo nuevo del mundo y de nosotros mismos. El último encuentro lo consigue con creces. Me quito el sombrero.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola amigo, realmente éste libro me pareció uno de los mejores que he leído en los últimos tiempos, se lo recomendé a Carlos Coleta, no sé si lo leyó, me parec que es , además de todo lo que dices , un verdadero canto a la amistad.El vocabulario es mravilloso, utiliza muy bien las palabras, les da el sentido exoacto!, Me alegra verte de nuevo, hace tiempo que no te visitaba, te quiero y quiero la loca amiga argentina

Anónimo dijo...

ummmm no conozco a éste autor, pero por vuestras opiniones no queda más remedio que echarle un vistazo...en cuanto lo haga te digo el qué...