domingo, 8 de agosto de 2010

La casa recién pintada

Llevo un verano raro, un verano que carece de sentido práctico o que simplemente pasa de largo entre copas nocturnas y nostalgias que ya no son nostalgias sino un afán de venganza.
Me dio igual que España ganse el mundial de fútbol, es más, me dio un poco de rabia. La gente salió a la calle como si el fútbol tuviera importancia, como si no fuera más que un circo bien montado para distraer al personal de lo que se le viene encima.
Me dio igual que prohibieran las corridas en Cataluña (más por nacionalismo que por convicción) y para celebrarlo me fui de capea con unos amigos y le pegué cuatro pases a una vaquilla y una media verónica aceptable.
Me dio igual regresar al purgatorio del pasado. No me arrepiento, no me avergüenzo, pero ahora me da un poco de lástima imaginar el pasado en las manos, mucho más ágiles sin duda, de la raza inferior (el presente le llaman).



Me dio igual no tener dinero. Me dio igual viajar a Barcelona y a la Costa Brava, aunque allí lo pasé muy bien.
Me dio igual el calor, los paseos largos por Madrid, la nevera vacía, el corazón vacío a veces o la cama vacía casi siempre, aunque estuviera ocupada.
Me dio igual la humedad que cubrió mi casa, el martillo de los obreros, el cemento que todo lo ensucia o la pintura que nunca llega, porque todo el mundo sabe que pintar la casa es como empezar de nuevo.


Lo único que no me dio igual, que no me da igual ni dará igual es seguir escribiendo, haber acabado la novela y empezado una nueva, el guión de Óliver Andújar, las risas con los amigos y los libros que se salvaron de aquella humedad gracias al pasado que advirtió una noche (o un día, ya no recuerdo, las noches y los días no son más que la negación del alba o del crepúsculo) del peligro que corrían.
No me dieron igual tampoco, para qué negarlo, tres cerveazas en la Calle Fúcar esquina con Moratín ni el gintonic de luego en el Tomás, no me dio igual regresar a casa y pensar que en las paredes no había humedad sino el rastro, la baba luminosa y enferma, la esperma moribunda de una serpiente, pero me dio igual dormirme luego. Y así lo hice.
No me da igual que no llueva. No me da igual cambiar mensajes por palabras. No me da igual que el 25 la casa esté recién pintada pero el mundo siga desconchado y yo sea un año más viejo.
Me da igual. No me da igual. Hoy me he levantado sonriendo, aunque haya tenido pesadillas.