lunes, 25 de agosto de 2008

Cumpleengaños

Hoy cumplo engaños. Cómo pasa el tiempo, señor. Hace nada era un niño de siete años que jugaba a las chapas y se sentaba en el recreo a ver el color de las bragas de las niñas mientras saltaban a la comba. Los años pasan, todo llega y lo nuestro, como dijo el poeta, es pasar, no sé si haciendo camino sobre la mar, pero caminando.
A mí no me entusiasma esto de añadir números en el carnet de identidad, no me seduce, ni siquiera cuando era menor de edad sentía prisa alguna por hacerme mayor (qué horrible suena eso), pero el 25 de agosto de cada año llega tarde o temprano, no hay más remedio, es así. Luego pasa y ya tienes un año más y lo que deseas es que el próximo agosto se postergue, aun a sabiendas de que eso es una quimera, de que todo se puede detener menos el tiempo.


Me voy unos pocos días de viaje, no por celebrar nada sino porque con lo del curro no he tenido apenas vacaciones y me apetece un poco de distracción, relajo y descanso. La tranquilidad de la playa, el sosegado murmullo del mar, el pescaíto frito y todas esas cosas no están de más, sobre todo si, como es mi caso, me voy a descansar sin abandonar el curro, es decir, que me cambio de enclave laboral pero no dejo de darle a la teclita.
Una de las cosas que más me emocionan, tal vez la única, de esto de los cumpleaños es que hasta ahora, sobre las once y veinticinco de la mañana, me han llamado un montón de amigos y familiares. Que se acuerden de uno siempre es agradable. Muchas gracias a todos. Toca soplar las velas y pedir un deseo .
¿Qué será, será? Cuando lo sepa os lo cuento.

domingo, 10 de agosto de 2008

La canción de Peter Pan

Llevo un fin de semana de encierro, escribiendo mucho aunque no demasiado inspirado. Extramuros hace calor, y no sé por qué en el aire de fuego se ha instalado el silencio. Supongo que la gente sale de casa cuando cae la tarde a tomar una cerveza fresca y unos pinchos, aunque puede que no sea así y este tan sólo sea un verano olímpico separado de sí mismo por un muro infranqueable de hipotecas, crisis, golpes de estado y tristezas varias. Puede ser también que a causa del intenso trabajo en la última serie me haya quedado un poco al margen de la juerga veraniega, que hasta ahora había sido mi segunda residencia.
La impresión que tengo es que la vida se ha serenado y no sé si eso es bueno o malo. Por un lado, noto que fluye mansamente, que disfruto de la escritura, la lectura y el cine. Por otro lado, me da la impresión de que ya no soy un niño encerrado en un cuerpo tardoadolescente y claro, eso me asusta. Dentro de apenas dos semanas, cumpliré años. Qué rápido se pasa el tiempo...


¿Sueno melancólico? Tal vez sí. Sé que muchos pensarán algo así como: Dios mío, no tiene ni treinta años, quién los pillara ¿de qué coño se queja este?
Entiendo ese razonamiento pero todos somos hijos de nuestras circunstancias y las mías son las que son. Siempre me he visto llamado por la canción de Peter Pan, aquel niño eterno que veía cómo los demás se hacían viejos mientras él se dedicaba a volar los fines de semana en busca de su sombra y dejaba los días laborales para esa lucha entre pueril y romántica con el Capitán Garfio, que era algo así como la lucha entre la generación de los hijos y los padres. Cada uno tiene sus complejos: unos se quieren follar a la madre, otros matar al padre, algunos las dos cosas y los de más allá ponerse corbatas porque la tienen pequeña (gilipolleces freudianas). Yo sólo quiero seguir siendo un niño, pero me da la impresión de que, en contra de lo que nos dijeron de pequeños, querer no siempre es poder. Qué pena. Y no os creáis que estoy triste; es sólo que no sabía de qué hablar. Saludos.

domingo, 3 de agosto de 2008

Remedio

El viernes pasado tuve boda. Otra más, después de la del 13 de junio de mi amiga Noemi. Esta vez se casaba Jorge, un buen amigo del instituto con el que hice muy buenas migas y que protagonizó el primer corto que servidor rodó, hace ya cinco añitos (cómo pasa el tiempo).
El caso es que me he dado cuenta de que las bodas y yo somos incompatibles. La jodida barra libre me pierde y claro, me entrego al gin tonic y pasa lo que pasa. Como beber me gusta, he decidido dejarlo durante un tiempo (no para siempre) y madurar un poco, que falta me hace, porque aunque no me arrepiento de mis juergas, me empiezo a cansar un poco de ellas y a descubrir, ahora que las cosas empiezan a irme estupendamente, que en la vida hay otras cosas que también están muy bien, oiga.


Digo lo de que me va muy bien porque hace como cuatro días, (no me gusta estar ni un mes en paro), me nombraron oficilamente guionista de una nueva serie que se está preparando para la sexta. Ya os daré más detalles cuando pueda y os haré firmar un contrato para que no os la perdais nunca. Esta nueva oportunidad laboral me ha dado fuerzas, ha despejado el futuro nebuloso que se dibujaba ante mí (qué le voy a hacer, soy un poco agonías, ya lo sé) y me ha dado un importante chute de optimismo para afrontar los tiempos venideros. Nunca pensé que la ausencia, por muy corta que fuera, de trabajo estable (más o menos estable, tampoco nos engañemos) me haría tanto mal. Escribir series no es mi única meta pero estaba en un momento en que lo echaba de menos, aunque fuese un mes en dique seco solamente.
Este verano está siendo raro y prolífico. Todo parece marchar sobre ruedas, pero luego llega una boda y... ay, señor. No tengo remedio... O sí. En eso ando, en estar más sereno y disfrutar tranquilamente de la vida, porque tiene cosas cojonudas. A por ellas, pues.