viernes, 29 de febrero de 2008

Las mil entradas


Bueno, pues casi, casi estamos en las mil entradas, por lo que supongo que en el fin de semana -tiempo de relajo y abandono del blog por mi parte- llegaremos a esa mágica cifra.
Quién me lo iba a mi a decir cuando puse el contador hace un mes más o menos. Quién me lo iba a decir cuando, contra todo pronóstico, decidí abrir La puta y el Trapecista. Qué cosas... Aunque lo cierto es que de esas mil entradas por los menos cien -seguramente más- serán mías, yo me siento abrumado por el hecho de que gente que no conozco de nada (y la que conozco también) entre en esta página y comparta conmigo mis pensamientos. Para eso escribe uno entre otras cosas.
En fin, que sólo puedo dar las gracias a aquellos que leen las idioteces que se me van ocurriendo y confiar en que no les aburran demasiado mis letras en elm futuro. Muchas gracias y perdonad el coñazo.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Subrealista, que diría una ex profesora mía

Los cuatro evangelistas eran tres: San Pedro y San Pablo. Leo esta frase, escrita como respuesnta en un examen por un alumno de quién sabe dónde y pienso -es curioso- en Luís Buñuel.
Me resulta la frase, una especie de máxima surrealista, xomo aquella de : La mortadela está indudablemente fabricada por ciegos o El mayor acto surrealista es salir a la calle y disparar al azar sobre alguien.
Desde que era un tierno niño que comenzaba a divisar la tiniebla de la adolescencia entre la luz de la infancia, me he sentido atraído por la corriente surrealista. En cierto modo, siempre he querido ser uno de ellos. La razón es simple: me divierten.

De hecho, hace algunos años me propuese refundar la Orden de Toledo, secta extraordinaria creada por Buñuel y de la que formaron parte gentes como Alberti, Lorca, Dalí o el recientemente fallecido Pepín Bello. Aún estoy interesado en ello. Las normas que marcaban el ingreso en la cofradía eran sencillas:

- Vagar durante toda una noche por Toledo, borracho y en completa soledad.
- No lavarse durante la estancia.
- Acudir a la ciudad una vez al año.
- Amar a Toledo por encima de todas las cosas.
- Velar el sepulcro del Cardenal Tavera.

Con estas breves indicaciones, a las cuales en su momento añadí las de vestir de capa, tener prohibido cualquier bebida que no fuese vino El Conquistador y leer pasajes del Cantar de los Cantares en voz alta, tuve el sueño de reconstituir la Orden. No fue posible, pero aún hoy, sigo con esa obsesiva idea y pienso llevarla a cabo.


En cualquier caso, yo quería hablar del surrealismo, aunque sólo sea un poquito. Decía antes que este movimiento me divierte. De todo él, lo que más me divierte son las imágenes religiosas y sexuales y el ánimo de provocación constante contra la burguesía y lo políticamente correcto. También me gusta su poder hipnótico -cómo olvidar el burro muerto sobre el piano en Un perro andaluz-, su perfidia,b su fetichismo, su ánimo alborotador y cómo no, su producción artística, ya sea pictórica, fílmica o literaria.
Siempre he querido ser un surrealista, dejar volar mi mente en busca de conceptos y unirlos sin ningún prejuicio, sin intervención de la razón, la estética o la moral. Como en casi todo, he fracasado. Pero sigo decidido a intentarlo porque es divertido, porque cuando he ejercido de surrealista me he sentido vivo y me he descojonado y porque hace mucho que no voy a Toledo y necesito una excusa.
Vaya... creo que me ha salido otra paja mental.

martes, 26 de febrero de 2008

¿Quién ganó el debate?

Vaya pregunta. Yo creo que está claro ¿no? El debate lo ganó Izquierda Unida. Y UpD, ERC, PNV, CiU y el resto de partidos que no estuvieron en aquel solemne banquete de idiotez, simpleza y palabras huecas.
¡Qué vergüenza! Y uno de estos dos va a ser el presidente. No, si lo que yo digo, que en la democracia hay algo que le falla, algo que no cuadra, algo que no tiene mucho sentido. Me refiero a nuestra Democracia, claro: ese gobierno del pueblo en el que influyen más los anuncios y la astrología que cualquier cosa lógica.
Que nadie se sorprenda, era de esperar. Rajoy es como Don Pimpón, pero con menos gracia, bastante más mala leche y un racismo hitleriano que roza el paroxismo. Zapatero es Espinete, uno de esos tipos que se pone el pijama para dormir y va en pelotas todo el día. No tiene el carisma del monstruo rosa, pero desde luego, comparte con él la falta de perfil ideológico y un mensaje válido y potente para los menores de seis añitos.




Si es que son geniales, oiga. Vamos a ver, dos señores que se pasan dos horas aburriendo al personal, que no dicen nada, que están más pendientes de no parpadear que de sus programas electorales (¿tienen de eso?) y que concitan a más de trece millones de personas frente al televisor, tienen su mérito. A mí, al menos, me preocupa que me quiten el puesto de guionista en un futuro no demasiado lejano.
Por otra parte, lo mejor de todo, fueron los programas de después. Qué cantidad de idioteces. ¿Pero de dónde han salido los periodistas de este país? ¿De una cura de desintoxicación con Maradona? ¿De la madriguera de Winnie the Pooh? ¿De la Feria de Abril? ¿Del coro rociero, olé, olé, olé? ¿De la rondalla de mi pueblo? ¿Del club de fans de Michael Knight en el coche fantástico?
En serio, a mí me parece que esto es espeluznante y descojonante al mismo tiempo. Yo me lo paso bien oyendo al periodista ese de La Razón -el de las gafas a lo Benavides, el pelo lamido por un ñú de la Savannah y la nariz de Cyrano-, a Carmen Gurruchaga -esa tortuga operada- o al viejo verde de Dragó, diciendo soplapolleces sobre cualquier tema. Es cierto, también da miedo pensar que esos mismo generan opinión, pero qué le vamos a hacer. Si alguien se deja influir por semejante coro catecuménico es que se merece el debate de ayer.


Pero lo mejor de todo -a parte, ya digo, de las salidas de tono un pelín racistas de Marianíco el corto- fue comprobar, para nuestra tranquilidad absoluta, que la gente seria, los que saben de verdad, los que podríamos llamar faros de nuestra civilización, gentes como Curry Valenzuela, Fede Jiménez Losantos o Jose Ramón de la Morena dieron como vencedora a la Democracia, que debe ser una desconocida candidata a la Presidencia del gobierno -una señora muy cansada y maltratada- y a la cual, dicho sea de paso, me imagino un poco como Doña Ofelia, asediada por Bacterio (Marianico) y Mortadelo (Zapatero), que no tienen ni un pelo de tontos, por lo menos en la cabeza.
No obstante, no todo van a ser reproches y política desde este blog. Felicito a Javier Bardem y a Raúl Catro desde aquí, desde el profundo convencimiento de que a los dos se la suda mi felicitación. Allá ellos.

viernes, 22 de febrero de 2008

Incluso en estos tiempos o el voto útil

Incluso en estos tiempos -como decía la canción- en los que no hay mucha ilusión por hacer campaña electoral a favor de los que he considerado siempre "los míos", siento ese deber de hacer algo por intentar mejorar las cosas.
Así que ayer, a eso de las doce de la noche, un grupo de irreductibles nos pusimos a pegar carteles y a dar rienda suelta a nuestra imaginación y ánimo socialista en una noche fría y solitaria. Como en Brunete, los de Izquierda Unida "semos diferentes" nos armamos con unos spray y algunos carteles y reclamamos el voto para IU. Mucha gente piensa que poner la hoz y el martillo en lugar de carteles que nadie lee nos resta votos. No sé si será cierto, pero desde luego, si yo estoy cercano a alguna ideología, esa es la del socialismo, comunismo o como se quiera llamar y precisamente por eso, considero absurdo andar escondiéndonos. Si la gente no nos quiere votar que no nos vote, pero somos lo que somos.


Aún así y por primera vez, voy a hacer uso del voto útil, del que siempre fui un detractor. Me planteé muy seriamente votar al PCPE o algún otro partido de la izquierda marginal, sin embargo, debido a laséncuestas y a la peligrosa tendencia hacia un modelo bipartidista entre dos perro iguales con collar distinto, decidí no hacer el imbécil, ponerme las pinzas en la nariz y meter la papeleta que encabezará Gaspar Llamazares en la urna.
Es evidente que para aquellos que hemos dado en llamarnos de izquierdas, Gaspar no sólo se queda corto sino que se mantiene a años luz de lo que debiera ser la instauración del socialismo federal y republicano en España. Porque eso es lo que andamos buscando los que estamos a la izquierda: un movimiento que supere el capitalismo y no una política eco-chaciguay-un poco de aquí-un poco de allá-pro tendencia María Teresa Campos-corriente Juan Tamariz-nacionalista-periférica, que es lo que parece que a Gaspar le mola.
Aún así, ya digo, he decidido al final y tras mucho cavilar, votar a IU, esperando que tras la próxima Asamblea Federal las cosas cambien y demos un giro hacia el socialismo y lo que en tiempos, hace ya mucho, significó la IU de los años 90.



Y es por todo eso que en mi pueblo hacemos lo que nos dá la gana y sacamos la hoz, el martillo, las cervezas, los bocadillos y lo que nos apetece. Supongo que habrá algún militante de IU que estará disconforme con todo ello: que mire para otro lado, a mí me d lo mismo, somos lo que somos y si eso nos quita votos, pues bienvenido sea. Nuestro objetivo no es sacar cien diputados sino cambiar el sistema y si la gente no quiere la transformación, pues entonces sobramos. Pero lo que no podemos hacer es mentir a nadie, escondernos y negar nuestros orígenes, la idea que impulsó nuestro proyecto y el modelo de estado que no sólo queremos sino que además, necesitamos.
Vota IU, a tí que más te da. Vota IU, que les jode. Vota IU, si te apetece.

lunes, 18 de febrero de 2008

El pez, Ramiro Calle y el entrenamiento (Pajus mentalem est)


Por las noches, después de leer un poco, cojo una botella de agua y el paquete de ducados; enciendo la radio, me desconecto un poco y me acomodo frente a la pantalla del ordenador: toca escribir y las palabras trepan por las paredes, escondiéndose en rincones remotos cuajados de telarañas y secretos. La vida es un anzuelo para esas palabras perezosas que se agazapan y rehúyen.
A veces quiero hablar del amor y lanzo mi caña hacia los recovecos de la habitación: pienso en ella -en ellas- y recojo un pez gordo, brillante, de escamas anaranjadas en cuyo interior presumo que se esconde el misterio del amor. Pero tras destripar al pez, lo encuentro hueco, con la sangre huida, las vísceras diluidas y el hedor de la carne muerta. La culpa es mía, claro, porque tengo miedo.
Supongo que nos pasa a todos, cuando queremos decir algo y no nos sale. Supongo además que es parte de la gracia de escribir, de hablar o de estar vivo. Sin embargo, siempre me he preguntado cuál es el dique, por qué no somos capaces de decir las cosas claras, porque nos da tanto miedo estar desnudos y exponernos ya sea ante la hoja en blanco, la mirada de la persona que amamos o ante un Tribunal de Orden Público cualquiera. Nunca he obtenido respuesta y a decir verdad, tampoco creo que la haya.
Sí, sería fácil hablar, por ejemplo, de la herencia cultural, de la moral occidental imperante o de cualquier otra gilipollez por el estilo, pero lo cierto es que todos esos factores son parte de nosotros y -lo siento Ramiro Calle- es absurdo luchar contra ellos.




Pero a veces somos capaces de desvestirnos, olvidarnos de todo y escribir o hablar sin tapujos, como los niños que le dicen al gordo, gordo y al viejo, viejo y al que huele mal, apestoso. Ese es el momento de la magia, el momento en que disfruto de escribir o de hablar y comienzo a divertirme sin la aburrida tara de las ropas, de las cadenas.
Creo que ese instante sólo se alcanza cuando estás tocado no por la inspiración sino por el entrenamiento, la disciplina y el trabajo. Porque para escribir sin tapujos o hablar sin tapujos o vivir sin tapujos hay que trabajar duro en ello. Es entonces cuando vences la pereza, el tedio, las túnicas de la cultura, la razón pura o el estado del bienestar y te lo pasas, hablando en plata, de puta madre. Hasta para follar hace falta.
Sé lo que estará pensando el lector: ¿este tío de qué coño me está hablando? Pues tampoco tengo respuesta, mire usted. Simplemente me lo estoy pasando bien. Espero no haberme puesto denso, que ya tenemos bastante con las elecciones. Perdón (por la tristeza o lo que sea).

martes, 12 de febrero de 2008

La trapecista argentina

No sé por qué he pensado en ti, Dora.
O tal vez sí; son las dos de la mañana y suena una canción que solíamos cantar abrazados y borrachos en el Desván de Manolo. Adivínala, ya sabes.


Esta noche pienso en ti, Dora, y me entrego a la pornofrafía obscena y cursilona de hablarte a través de este blog -red pública de trapecista internauta- y como siempre, aunque ahora me parezca un imbécil, las letras de Sabina me emocionan. Qué le vamos a hacer, todavía sucumbo.
Pienso en ti... y regresan las noches del verano hablando de cualquier cosa al amparo de un güisqui, unos paquetes de cigarrillos e incipientes ganas de reír, cuando los kilómetros no me tocaban los cojones como ahora y con sólo avanzar unos poquitos metros podía llegar a tu casa y estar contigo a la izquierda del roble mientras la ciudad, recuerdas, existía tranquilamente lejos; o cuando llegaba el miércoles y nos trasladábamos a casa de Paca y Óscar y recitabas mejor que nadie los poemas de Benedetti. También recuerdo la última gran fiesta, llena de cariño, amor y una alegría triste de saber que el océano nos iba a robar la mirada y la carne. Aquello eran tiempos.
Luego te fuiste y Brunete se quedó vacío. Te fuiste y de los miércoles sólo quedó el esqueleto raído y mustio de sus letras. Te fuiste y se me fue un pedazo.


Tengo cargo de conciencia contigo, amiga. No te escribo demasiado y paso mucho tiempo sin enviarte noticias de mí. No sé si recordarás aquel poema que decía: lo que quiero que sepas/ es que no te olvido/ es decir/ que te recuerdo/ dormida tan hermosa/ que no podía dejar de contemplarte.
No te lo escribí a ti, claro. Por entonces sólo le escribía poemas a una chica que no me hacía demasiado caso y algunos de ellos, como ese, te gustaban. Hazlo extensivo a ti. No te olvido, siempre te recuerdo, siempre te pienso y siempre, siempre, deseo estar abrazado a ti, cantando, bebiendo y llorando de la risa. Te quiero y quiero. Álvaro

jueves, 7 de febrero de 2008

De una victoria o el triunfo de la involuntad

Para quien no lo sepa, aclararé que los Newellés Sapbis es mi equipo de fútbol sala. Pero que no os engañen las apariencias. Más bien somos un conjunto de cerveceros alegres que, en tres años, no habíamos logrado sumar ni un solo punto y que hasta el sábado pasado, llevábamos en contra más de 80 goles y a favor apenas 10. Sin embargo, la proeza se logró. A continuación, la crónica.

Llovía, el día era gris y el campo presentaba charcos de agua sucia en un campo difícil de drenar por la ausencia de tragantes. Hubo quien pensó que ese no era el día indicado para jugar al fútbol. Se equivocaba.
Los spabis presentaron un equipo mermado por las ausencias pero dispuesto a hacer historia, a convertir el centro deportivo Manuel Becerra en el escenario de una batalla épica que daría pie a la hazaña más importante de los últimos años.
La máquina Spabi se puso a pensar por primera vez y se diseñó una táctica tan sencilla como infalible: los enemigos no nos temen, creen que ganarnos es pan comido, se equivocan, esa es nuestra mejor arma, que el delantero se quede arriba, en posición palomero y de ese modo, les pillaremos al contraataque en cuanto tengamos una oportunidad. Dicho y hecho.
El árbitro, un chavalín con cara de niño y menos carisma que un teletubbie pero muy majo, pitó dando comienzo al encuentro. En apenas dos minutos, Rafa se internó por la banda, dribló a un rival y disparó alojando el balón en las mallas del equipo contrario. La euforia se desató en el campo, la bolsa se desplomó, la monarquía temblaba: los Spabis iban ganando. Nadie podía creerlo, ni siquiera nosotros mismos. El abrazo de todo el equipo certificó el comienzo de algo grande, enorme.
Los rivales sacaron y el partido continuó. Se acercaron un par de veces sin éxito, hasta que el balón cayó en las manos del portero, Álvaro, que sacó rápidamente hacia Javi, el cual se mantenía en su posición de palomero. Cuando el número nueve cogió el balón, la respiración del público se entrecortó, el cielo se abrió y un rayo de sol iluminó a nuestro ariete que se plantó frente al portero, lo regateó y marcó el segundo. Qué zozobra, qué locura, qué extasis, qué de todo. Un 2-0, quién lo iba a decir. La alegría se destó en el campo, las miradas de sorpresa aparecían por doquier en los rostros Spabis, la incredulidad rozaba nuestros corazones impulsando su latido. Sólo había una pena: Jota se nos había lesionado, aún no sé bien cómo.


Pero a los pocos minutos sucedió lo imprevisible. Un balón manso a media altura, que buscaba a uno de los delanteros del Castro Mocho se dirigía a nuestra meta. El portero debía interceptarlo sin problema, pero un resbalón ridículo dio con su cuerpo en tierra y de paso, con el del delantero contrario, por lo que el balón se adentró en la portería sin oposición alguna. El 2-1 no entrubió el ánimo de los Spabis, pero dio lugar a los peores minutos del encuentro, ya que el Castro Mocho se hizo dueño del partido y dispuso de un gran número de oportunidades, hasta que en una de ellas, el número ocho –la gran estrella rival- conectó un disparo raso y al palo ante el que nada pudo hacer el portero, puesto que Rafa tapaba su ángulo de visión.
El empate no nos hizo desanimarnos, pero el Castro Mocho seguía en su mejor momento. De hecho, otro disparo del número ocho fue el origen de lo que sería un nuevo estallido de alegría Spabi. El muchacho golpéo raso y potente, pero Álvaro consiguió parar el balón con el pie, propiciando de ese modo un pase involuntario a nuestro Palomero Javi, que recogió el el esférico, tomó rumbo a la portería y tras aguantar la presión del cierre batió al portero rival por debajo de las piernas en un gol que se recordará siempre por su impecable factura. Era real, los Spabis volvían a ponerse por delante, la gloria estaba tan cerca que podíamos rozarla.
Un par de ocasiones más del rival, entre ellas una cesión peligrosa, cerraron la primera parte. El estado de euforia en el que nos encontrábamos nos hacía creer hasta en la resurrección de la carne, hasta en los Reyes Magos, hasta en la belleza de Yola Berrocal. Nadie podía pararnos.
La segunda parte fue otro cantar. Los Spabis hicimos un trabajo serio, perdiendo tiempo, con inteligencia, manteniendo las líneas defensivas prietas y robustas, tratando de ampliar nuestra ventaja en un nuevo contragolpe. Sin embargo, el empate a tres no se hizo esperar demasiado. De nuevo el número ocho logró un disparo que tras hacer un extraño superó a Rafa, que había ocupado la portería en el segundo tiempo.
Por un momento, un halo de tristeza inundó los ojos de los Spabis, pero la garra, la fuerza, las ganas y las cañas ingeruidas antes del partido pudieron más. Rafá sacó, Eugenio conectó con Luís que abrió el balón a la banda donde Javi recibió y encaró el marco contrario, regateó al defensa, se fue de este y recibió una falta fea e innecesaria al borde del área. Fue el propio Javi el que transformó la falta. Cuando tomó carrerilla los corazones se encogieron. Disparó y… GOL, GOL, GOL, GOOOOOOOL. ¡¡4-3!! Corrió el champán, las gradas se vinieron abajo, los travestis que jugaban al voleibol en la cancha vecina dejaron su partido y vinieron a animar, el árbitro sonreía, Jota lamentaba no haber traído la cámara… El abrazo fue de los de antes, unido, fuerte, vigoroso: SPABI!!!!


Contuvimos el partido y perdimos todo el tiempo que nos fue posible. Los últimos cinco minutos duraron más que una tarde de domingo con resaca, pero hicimos nuestro trabajo. Solamente Rafa nos puso el corazón en un puño con un par de salidas alocadas, al tun-tún que afortunadamente no revistieron ocasiones del rival. Menos mal, le hubiéramos asesinado.
Y así llegamos al pitido final. El árbitro, cansado de nuestras reiterativas peticiones para que diese por concluido el encuentro, terminó por claudicar y dio los tres pitidos consabidos, que nos sonaron a gloria, a música celestial, maldita sea. Ahí se destó el delirio general. El mundo cambió para siempre, se inició una nueva era. Nos juntamos en el centro del campo y reímos y gritamos y nos abrazamos, mientras el derrotado rival se iba hundido hacia los vestuarios. Decidiomos por unanimidad que Javi, debido a su estelar partido fuera proclamado jugador Spabi, con la salvedad de que fuese por primera vez, en la categoría Spabi bueno de la jornada. En cuanto al malo, ese premio queda desierto (claro, no vino Zapatero…).
Y así terminó la jornada que se recordará como la primera en que los Spabis jugaron, vencieron y puntuaron, tres años después de irrumpir en el panorama futbolístico mundial con el destino de hacer histotia. Así fue, amigos: un triunfo de la involuntad, del buen rollo y de la amistad que sólo un Spabi puede sentir. Qué de puta madre, joder.

sábado, 2 de febrero de 2008

Juan Madrid (de Malasaña)


Él no lo va a leer, eso está claro, así que me permito el lujo de hablar un poco, no demasiado, de uno de los escritores más interesantes de cuantos están vivos en España.

Se llama Juan Madrid y escribe como Dios manda. Su estilo, fruto de una profunda reflexión sobre la estructura del relato, la construcción de la intriga y el dibujo de los personajes, es tan directo como el derechazo de un boxeador con ataque de cuernos. Se le conoce como novelista negro; Manuel Vázquez Montalbán, íntimo amigo suyo, dijo en alguna ocasión que en España hay tan pocos escritores de novela negra que Juan Madrid es uno de los dos. No iba muy desencaminado el bueno de Montalbán, a pesar de lo cual, el señor Madrid es mucho más que un escritor de relatos policíacos: periodista incansable y narrador prolífico, posee en su haber libros de viajes, novelas juveniles, colecciones de relatos, guiones de cine e incluso un extraño e inencontrable ensayo.


Por razones que no vienen al caso, en este mes de enero he leído dos novelas suyas: Pájaro en mano y Cuentas pendientes.

Pájaro en mano (Ediciones B) es hasta el momento, la última novela publicada por Juan Madrid. La historia, un fresco coral sobre la corrupción en Marbella, es un relato conmovedor sobre la soledad, el engaño, la mentira, las cuitas no resueltas del pasado, la memoria rota y la violencia desatada por el ansia de dinero, el poder y la fama. El único "pero" es que los personajes cambian demasiado las piernas de posición; una nadería, vaya.

Cuentas pendientes es la quinta novela de la serie Toni Romano y está a la altura de las anteriores (al menos de las que he leído). Hay quien le recrimina a Juan Madrid que su literatura sea demasiado chandleriana y Toni Romano un clon descarado del detective Phillip Marlowe, pero, en honor a la verdad, ni se parece tanto ni eso me parece un reproche aceptable. Puestos a imitar, qué mejor que imitar a los maestros. En Cuentas pendientes nos introducimos en un Madrid postfranquista que se diluye en la selva hortera y mágica de los años ochenta. Se nos propone un viaje por las calles de Malasaña en busca de las cuentas pendientes que nos deben a todos en la vida: el cariño, el sexo, los hijos, la libertad, el pasado, los amigos, los sueños, la ternura de los labios prometidos. Tal vez la vida sea una basura, pero tras los escombros y el hedor, aparecen personajes duros y tiernos, Tonis Romanos que no han renunciado (aunque digan que sí) a la confianza en el prójimo, al viaje de la vida que finaliza en puerto feliz.

Y es que si algo destaca en la literatura de Juan es el viaje, ya sea por ese Madrid que describe como nadie (a pesar de ser malagueño de cuna), o a través del pasado y la memoria de sus personajes. "Creo que todas mis novelas son descripciones de viajes, no sé bien adónde", ha llegado a decir. "Lo que escribo queda como una guía para el lector, quizá como el plano de la Isla del Tesoro, aunque yo nunca haya encontrado el tesoro". Genio y figura.


Conocí a Juanito y a Sara Rosenberg, su compañera, hace ya un año. Fue en Cuba, claro. Me los presentó el insigne guionista y mejor amigo Juan Tébar (el de la camisa roja). No he visto a los Madrid todo lo que hubiera querido, pero a su lado, me he corrido algunas de las juergas más memorables que recuerdo.

Cuando vamos curdas, nos ponemos a cantar flamenco, a hablar de cine, de libros y de política. Disfrutamos de la conversación por la conversación y jugamos a creer en el socialismo y en los cuentos de hadas. Hadas con liguero y lencería negra, hadas de Malasaña, hadas de novela negra: las chicas que -aunque sólo sea para escribir- siempre quisimos Toni Romano, Juan Madrid y yo.