jueves, 31 de enero de 2008

Una de listas

Bueno, pues aunque este tipo de cosas sean una tontería, hace algún tiempo, instigado por el entrañable Josito, armé esta lista de las 25 películas favoritas. No os las perdáis, aunque sólo sea por discutir conmigo algún día.



1925. El acorazado Potemkin
1939. La regla del juego
1943. Casablanca
1947. Retorno al pasado
1949. Ladrón de bicicletas
1952. Umberto D.
1956. Centauros del desierto
1957. El séptimo sello
1958. Sed de mal
1962. El hombre que mató a Liberty Valance
El ángel exterminador
1965. Simón del desierto
1966. Drácula, príncipe de las tinieblas
1967. Edipo rey
1971. El conformista
1972. El Padrino (I, II y III)
1973. El espíritu de la colmena
1976. El desencanto
1978. El árbol de los zuecos
1980. Toro salvaje
1983. El sur
1984. Érase una vez en América
1987. Días de radio
1992. Sin perdón
1995. La mirada de Ulises




Faltan muchas, claro. Falta cualquiera de Billy Wilder (El apartamento, Perdición y La vida privada de Sherlock Holmes, sobre todo), Candilejas de Chaplin, Taxi Driver, alguna otra de la Hammer, A través de los olivos, todas las demás de Buñuel y Erice, El verdugo, Plácido y La escopeta nacional de Berlanga, Vértigo, Los 39 escalones, Cotton Club, Uno de los nuestros, El sueño eterno, Reservoir Dogs, Laura, El vampiro de Düseldorff, Los crímenes del museo de cera, El gran Lebowsky, Europa 51, Los puentes de Madison, Ocho y medio, Amarcord, El último tango en París, Confidencias Verdaderas, El cazador, Cero en conducta, El Atalante, Robin Hood (versión Michael Curtiz), Los sobornados, Ser o no ser, La jungla de Asfalto, alguna de Nick y Nora Charles, La huella, Senderos de gloria... Yo qué sé, DOSCIENTAS MIL MÁS.
En cualquier caso, esas veinticinco son las elegidas y servidor apechuga, entendiendo cualquier tipo de disidencia (excepto en El conformista, qué joya).

viernes, 25 de enero de 2008

La llaman Cuba


Es Cuba, dicen, y tal vez acierten.
Acabo de regresar de mi tercer viaje a ese país, que quiero y siento como si fuera parte de mi sangre. Allí, en mi isla preferida, soy feliz: escribo, tomo ron, salgo a la calle, madrugo, doy clases, disfruto de mi segunda familia, sonrío. Han sido dieciocho días intensos y cuajados de anécdotas. A caballo entre el barrio de La Lisa, La Habana vieja y la Escuela de cine de San Antonio, han pasado los días hasta esfumarse y devolverme a la fría realidad española, tan aburrida, tan endogámica. La crónica vital, personal de mi paso por Cuba arroja unos resultados óptimos.
Luego esta la córonica política, que se me antoja necesaria, a fin de revocar las múltiples mentiras que escupen los medios de comunicación sobre la realidad cubana, las cuales son, en la inmensa mayoría de los casos, tan flagrantes y apestosas que terminan por alojarse en el subconsciente colectivo como verdades irrefutables. Siempre lo digo: en España me paso tanto tiempo desmontando las gilipolleces que la gente dice sobre Cuba, que no me da tiempo de criticar los defectos que pueda tener.




Cuba es un lugar complejo, lleno de contradicciones, pero con la cabeza alta y el pulso firme en su avance inexorable hacia algo mejor. No se pueden ocultar las deficiencias y ranuras del sistema socialista, pero tampoco se deben pasar por alto los avances, las conquistas que la revolución y el socialismo trajeron de su mano y que aún hoy, siguen presentes y crecientes en la sociedad.
No podemos olvidar que estamos hablando de un país tercermundista en cuanto a recursos en el cual, toda la población (y cuando digo toda, quiero decir eso: TODA), come tres veces al día. Un país en el que las necesidades básicas como vivienda, educación, transportes, sanidad, agua, luz, se hayan cubiertas por completo; un país en el que hay una infinita mayor libertad de expresión de la que nos cuentan, en el que existen poderosos recursos de control a las autoridades; un lugar donde el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal desde hace ocho años, donde la población es culta, donde no existe el analfabetismo, donde la libertad de culto es total, donde las condiciones laborales son óptimas, donde la delincuencia es prácticamente nula, donde los ciudadanos gozan del sexo y el tiempo libre sin tabúes, donde no mueren niños, donde la solidaridad con los demás es recompensada con el cariño.


No lo niego (y además se me nota): me siento muy en sintonía con el sistema socialista cubano. Debo de ser comunista.



También hay fallos, claro. La doble moneda, la perpetuación en el poder o la pena de muerte. No seré yo quien los defienda, pero no se puede juzgar un país ni un régimen únicamente por eso.
En cualquier caso, soy hijo de una experiencia: la mía. Y desde esa perspectiva, la de mi historia con y en Cuba, sólo puedo hablar del cariño que me suscita su gente, su forma de ver la vida, su perpetua sonrisa, su hospitalidad.
Todo eso es para mí Cuba. Es y todo lo demás. Hay quien la llama la Perla del Caribe, otros la llaman Cuba. Yo sólo sé que me siento feliz allí y que por supuesto, espero volver muy pronto. Nos vemos, isla querida.

miércoles, 2 de enero de 2008

Feliz 2008 (pongan ustedes la rima)

Este año me he negado a mandar mensajes de felicitación navideña o anual. No por lo que ganan las compañías de telefonía sino porque estoy sin un duro y sin ingenio para sms. Así que en lugar de mandar un mensaje masivo, impersonal y con algún que otro chiste fácil, me he decantado por no hacer nada más que comer, folgar, beber y dedicarme a la lectura, la trilotgía de El Padrino (pensé que lo había superado) y los regalos. Todo muy divertido.

A mí me gusta la Navidad, qué le vamos a hacer. Me lo paso en grande al reunirme con mi familia y escuchar las anécdotas del año. Imito un rato a Papuchi, llamo a la ambulancia para que asistan de oxígeno a mi tío Ángel y termino discutiendo de política con mi abuelo (sí, es una pérdida de tiempo, pero y qué no lo es). Me gusta el rollo ese de los regalos, el esperar a Papa Noel, pensar que los Reyes Magos existen y comer cordero asado aunque en el fondo lo aborrezca. Son costumbres. La tradición es la ilusión de lo permanente, dijo un judío que hacía un cine cojonudo hasta hace unos diez años. Seguramente sea cierto, pero me divierte.

El año 2007 no estuvo mal. Viajé bastante, conocí gente curiosa, me desligué definitivamente de la Ecam, no fui a la facultad, atravesé un tumultuoso período sentimental, reí, lloré, saqué a la perra y para finalizar tomé las doce uvas. Un deseo por cada una, como manda la tradición. Con que se cumpla el cincuenta por ciento, me doy con un canto en los dientes.
En cuanto al 2008 pues... yo qué sé. De momento empiezo con sobresaliente. El día cinco me voy para Cuba, ese pedazo de la tierra prometida en el que me siento como pez en el agua. Allí es fácil hasta escribir, allí es fácil hasta vivir.


Luego volveré a Madrid y me helaré de frío, votaré en las elecciones a algún partido marginal de extrema izquierda (Llamazares no, gracias), buscaré trabajo, saldré y beberé gim tonic, reiré, lloraré, sacaré a la perra y transcurridos doce meses, tomaré las doce uvas, una por mes como manda la tradición. Y después el 2009. Sólo le pido que empiece con Cuba. Ya lo sé, es demasiado pero al carajo, por pedir que no quede.

Por cierto: Feliz 2008 para todos y cada uno de vosotros. Nos vemos en los bares.